miércoles, julio 30, 2014

Una voz a la vez

Era un sábado cualquiera, teníamos diez años y salíamos a montar bicicleta donde nos daba la gana. No había tráficos, no había tanto peligros, vivíamos una infancia despreocupada y nuestras madres confiaban en la calle tanto como en nosotras. Junto con mis amigas paseábamos un día por el Real Club, precisamente en la calle Los Castaños.  Recuerdo que era una tarde soleada. Algunos carros estacionados y nosotras esperábamos para cruzar la pista.

En eso, sobre la parte izquierda llamó nuestra atención un Volkswagen con la puerta abierta, un hombre nos miraba. Y nosotras sentimos una situación incómoda ello, cuando nos percatamos a la vez que se estaba masturbando. De hecho, a esa edad, no sabíamos mucho que digamos qué es lo que él estaba haciendo mientras clavaba su mi mirada en la nuestra. Solo recuerdo que alguna de nosotras solo gritó “carrera hasta el Golf!” y salimos pedaleando a toda velocidad.

Detrás de nosotras, escuché la puerta del carro que se cerraba y que el motor se encendía. Mi imaginación, sin entender todo el escenario aún, solo tenía la capacidad de decirme: peligro, peligro. “Vamos por la izquierda”, grité. Es decir, contra el tráfico y luego entre las callecitas fuimos volviendo a la casa. Una decía “¿qué era?”, la otra: “se estaba tocando”, etcétera, etcétera. Pero la coincidencia fue “qué miedo, qué asco”. No sabíamos nada, solo que lo que vimos no era correcto en ese escenario.

Cuando Magaly Solier sufrió de un ataque sexual en el Metropolitano, tuvo la valentía de denunciar y  la suerte de ser quien es. Y todas hemos tenido la suerte de que ella sea quien es. Bastó UNA voz, SU voz para que por fin, se nos escuche. A nosotras nadie nos escuchó, por decir lo menos. A la adolescente manoseada tampoco, a la niña violada menos. Se puede encontrar con un médico legista que le humille más, un policía que no la escuche porque estaba con falda “provocativa”.

¿Entenderán las autoridades, de una vez por todas, cómo es el sentimiento?

Es complicado y lo será, pues pocos hombres podrán lograr a tener tal empatía con la víctima. 

Por eso, habrá que seguir levantando la voz, tu voz, mi voz, nuestras voces: a la vez.

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