domingo, julio 06, 2008

Día del que debe enseñar

a ellos, porque saben que los quiero más...
En el Día del Maestro qué mejor ocasión para rendir tributo a mi propia labor hablando de las complejas relaciones que existen entre los alumnos y sus (a veces) no tan querido profesores.
Haciendo trampa, voy a utilizar cierta información que he ido recogiendo en mis años de enseñanza. Comentarios oídos al azar por calles y pasadizos. De hecho son percepciones, pero a veces (y con pena) pueden coincidir con una triste realidad. No olvidar que todos hemos sido alumnos y muchos de estos sentimientos los pudimos haber sentido en algún momento.

Por ello, todo profesor tiene el deber de evitar llegar a este punto:
- mirar a sus alumnos como si fueran inferiores.
- hacer todo lo que pueda para no poner una buena nota.
- poner una nota instantánea dependiendo del nombre del alumno y no de su esfuerzo.

- no tener su material actualizado y entregar hojas de hace 40 años.
- comparar.
- hacer una broma y llegar a humillar.
- no actualizarse.
- citar a los padres cuando al alumno le va mal, y nunca hacerlo cuando le va bien.
- comportarse como un alumno y después esperar tener autoridad.
- no aceptar sus errores
- juzgar e ignorar...

Duro. Como para pensar y generar una real y hasta dolorosa autocrítica sin rasgarse las vestiduras...Sin embargo, me tomo una pequeña licencia personal para hacer una réplica.

Lo que todo alumno debe evitar ... (con respecto a sus profesores)
- cruzarse con un profesor como si éste fuera transparente e ignorarlo.
- creer que el profesor invierte el tiempo en ellos porque recibe un salario por ello.
- hacerles sentir " pagan por un servicio".
- no valorar su conocimiento.
- no entender que también tienen sentimientos.
- creer que la vida es injusta solamente con ellos y no con los adultos.
- ser mediocres y que sus padres lo justifiquen.

Cometo muchos errores, "meto la pata" a cada rato, pero amo lo que hago. Gracias a ello he tenido la gran recompensa de tener (pasado y presente) alumnos maravillosos, completos, valiosos, geniales. Tengo alumnos que más que "luces que hay que encender" son antorchas que están dispuestos a emprender conmigo aventuras complicadas. Tengo exalumnos que son hombres y mujeres extraordinarios, exalumnos que también son profesores. Tengo alumnos "embriagados de literatura" con lo que me río, me molesto, reniego, bromeo. Ellos son mi alimento diario para seguir en la batalla y disfrutar a mi manera este día. Ellos, son los que valen la pena. El resto.... es silencio.

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