Damas han habido en la literatura que se convirtieron en musas para grandes escritores, de hecho pasa en general con el arte, la pintura, la escultura, la música…Ser una musa no fue fácil para las mujeres. De hecho la herencia mitológica de las musas griegas, inspiradoras de filósofos y poetas, no era una carga ligera que llevar: Calíope, la poesía; Clío, la historia; Mélpome, la tragedia; Tepsicore, la danza; Talía, la comedia… entre otras.
La historia ha sido, en muchas ocasiones, traicionera con estas mujeres a las que los escritores les debieron parte de su éxito. Se salvan y sacan distancia a varias que quedan rezagadas: Beatriz (la de Dante) y Dulcinea (la musa en ficción de don Quijote). Pero quedan en el tintero, Fiametta (la de Boccacio), Laura (la de Petrarca), Matilde (la de Neruda) y mi favorita: Elisa, la de Garcilaso de la Vega (Toledo 1501-1531).
Garcilaso fue un poeta extraordinario, que logró combinar de manera deliciosa los ideales del Renacimiento. Gracias a su gran conocimiento de la cultura italiana y años de experimentos con los ritmos, musicalidad y sonidos del español, logró “importar” los modelos líricos italianos a la poesía castellana. Su visión de la mujer, corresponde maravillosamente a los cánones de belleza de la época además de mostrar ciertos tópicos literarios muy importantes. Esto debió ser el tema de mi tesis, después me fui por otro lado totalmente opuesto.
El soneto, por ejemplo, que era una estrofa exclusiva de la poesía italiana, debido a este poeta logró ser introducido con éxito a nuestro idioma. Uno de mis favoritos:
Escrito está en mi alma vuestro gesto,
y cuanto yo escribir de vos deseo,
vos sola lo escribisteis, yo lo leo
tan solo, que aun de vos me guardo en esto.
En esto estoy y estaré siempre puesto;
que aunque no cabe en mí cuanto en vos veo,
de tanto bien lo que no entiendo creo,
tomando ya la fe por presupuesto.
Yo no nací sino para quereros;
mi alma os ha cortado a su medida;
por hábito del alma misma os quiero.
Cuanto tengo confieso yo deberos;
por vos nací, por vos tengo la vida,
por vos he de morir y por vos muero.
Fue Isabel Freire (dama de la corte portuguesa) la inspiradora de sus 40 sonetos, 3 églogas y 5 canciones. La conoció de manera casual, es más, sólo la vio en una boda cortesana en Lisboa. Eso fue suficiente, un flechazo… y a partir de ese momento no descansó de escribir pensando en ella. Cabe agregar, que nunca más la volvió a ver…
Isabel, nunca apareció con ese nombre en la poesía garcilasiana, Elisa (“la de la dulce voz”) y Galatea, fueron los nombres preferidos que utilizó el poeta para referirse a su musa. Ella representaba por un lado, la bella mujer que lo trataba con desdén (a la manera de belle dame sans merci) o aquella mujer digna de inspirar amor y comunión con el entorno, angelical, con una marcada herencia de la poesía de Petrarca y Dante.
Isabel murió joven (como la Beatriz del poeta italiano) y sin embargo sobrevive en la maravillosa poesía de Garcilaso.
(…)
¿Quién me dijera, Elisa, vida mía,
cuando en aqueste valle al fresco viento
La historia ha sido, en muchas ocasiones, traicionera con estas mujeres a las que los escritores les debieron parte de su éxito. Se salvan y sacan distancia a varias que quedan rezagadas: Beatriz (la de Dante) y Dulcinea (la musa en ficción de don Quijote). Pero quedan en el tintero, Fiametta (la de Boccacio), Laura (la de Petrarca), Matilde (la de Neruda) y mi favorita: Elisa, la de Garcilaso de la Vega (Toledo 1501-1531).
Garcilaso fue un poeta extraordinario, que logró combinar de manera deliciosa los ideales del Renacimiento. Gracias a su gran conocimiento de la cultura italiana y años de experimentos con los ritmos, musicalidad y sonidos del español, logró “importar” los modelos líricos italianos a la poesía castellana. Su visión de la mujer, corresponde maravillosamente a los cánones de belleza de la época además de mostrar ciertos tópicos literarios muy importantes. Esto debió ser el tema de mi tesis, después me fui por otro lado totalmente opuesto.
El soneto, por ejemplo, que era una estrofa exclusiva de la poesía italiana, debido a este poeta logró ser introducido con éxito a nuestro idioma. Uno de mis favoritos:
Escrito está en mi alma vuestro gesto,
y cuanto yo escribir de vos deseo,
vos sola lo escribisteis, yo lo leo
tan solo, que aun de vos me guardo en esto.
En esto estoy y estaré siempre puesto;
que aunque no cabe en mí cuanto en vos veo,
de tanto bien lo que no entiendo creo,
tomando ya la fe por presupuesto.
Yo no nací sino para quereros;
mi alma os ha cortado a su medida;
por hábito del alma misma os quiero.
Cuanto tengo confieso yo deberos;
por vos nací, por vos tengo la vida,
por vos he de morir y por vos muero.
Fue Isabel Freire (dama de la corte portuguesa) la inspiradora de sus 40 sonetos, 3 églogas y 5 canciones. La conoció de manera casual, es más, sólo la vio en una boda cortesana en Lisboa. Eso fue suficiente, un flechazo… y a partir de ese momento no descansó de escribir pensando en ella. Cabe agregar, que nunca más la volvió a ver…
Isabel, nunca apareció con ese nombre en la poesía garcilasiana, Elisa (“la de la dulce voz”) y Galatea, fueron los nombres preferidos que utilizó el poeta para referirse a su musa. Ella representaba por un lado, la bella mujer que lo trataba con desdén (a la manera de belle dame sans merci) o aquella mujer digna de inspirar amor y comunión con el entorno, angelical, con una marcada herencia de la poesía de Petrarca y Dante.
Isabel murió joven (como la Beatriz del poeta italiano) y sin embargo sobrevive en la maravillosa poesía de Garcilaso.
(…)
¿Quién me dijera, Elisa, vida mía,
cuando en aqueste valle al fresco viento
andábamos cogiendo tiernas flores,
que había de ver, con largo apartamiento,venir el triste y solitario día
que diese amargo fin a mis amores?
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