Hoy me ha venido una nostalgia horrorosa por un medio de comunicación que ya no uso, es más hace literalmente años que ni se me ocurre hacerlo: la carta.
Cuando era chica soñaba con el día en que llegara un sobre con mi nombre contiendo una carta dirigida para mí. Esa fue la razón, por ejemplo, que me llevó a inscribirme en el Pen-Pal Club, tal vez algunos de mis contemporáneos recordarán ese sistema que servía para mantener correspondencia con un(a) chico(a) de otro país a través de ese medio maravilloso: la carta. Hoy se podría parecer a las salas de chat, conversas con alguien que ni conoces (y hasta te casas con él/ella).
Recuerdo a dos, un joven turco que tendría mi edad, cuyas cartas llegaban a la muerte del Papa, pero me contaba cómo era su colegio, su familia, me mandaba etiquetas de productos de Turquía: caramelos, chocolates… nunca mandó foto y yo, tampoco; del nombre nada… Sí recuerdo mucho a Paula Brooks, vivía en Ashland-Alabama, tengo grabada su cara porque ella sí mandó foto y al menos por dos años nos escribimos, esto debe haber sido entre los 12 y 13 años. El tiempo, la distancia, y sabe Dios qué otras cosas más fue diluyendo la correspondencia…
Las cartas… conozco de cerca una historia así en donde un peruano y una brasilera allá por los años 60’s se conocieron por carta y decidieron casarse… en pocos años cumplirán sus Bodas de Oro. Increíble, fueron unos adelantados a aquellos que se conocen por Internet.
Tengo en la memoria a un amigo con el que me escribía unas cartas larguísimas, como de cuatro páginas en donde entre el ir y venir de nuestras vidas nos íbamos contando los avatares de un estudiante de post-grado en California que soñaba con trabajar para la NASA (y lo logró) y una literata recién casada trataba de combinar el trabajo, la relación en pareja y la crisis económica creada por el primer gobierno de mi amigo Pavo real de triple pechuga. Las cartas que compartí con mi amigo Pepe Torero eran especialmente especiales, valga la redundancia.
He escrito miles de cartas, de todo tipo. Cartas a mis amigos, cartas formales, cartas de amor, muchas… todas con un solo destinatario. Cartas a mis hijos en situaciones importantes de sus vidas, cartas a mi madre quien se acostumbró tanto a ellas que cuando yo ya era una mujer casada y con hijos, de vez en cuando me pedía como regalo de cumpleaños que le escribiera una carta…
El correo electrónico, no permite la pausa, es cierto que igual estamos pendientes, a la espera, pero eso de esperar una o dos semanas a una respuesta creaba en el corazón un salto repentino cuando debajo de la puerta había un sobre a tu nombre.
Ahora solo me llegan recibos y publicidad…
Cuando era chica soñaba con el día en que llegara un sobre con mi nombre contiendo una carta dirigida para mí. Esa fue la razón, por ejemplo, que me llevó a inscribirme en el Pen-Pal Club, tal vez algunos de mis contemporáneos recordarán ese sistema que servía para mantener correspondencia con un(a) chico(a) de otro país a través de ese medio maravilloso: la carta. Hoy se podría parecer a las salas de chat, conversas con alguien que ni conoces (y hasta te casas con él/ella).
Recuerdo a dos, un joven turco que tendría mi edad, cuyas cartas llegaban a la muerte del Papa, pero me contaba cómo era su colegio, su familia, me mandaba etiquetas de productos de Turquía: caramelos, chocolates… nunca mandó foto y yo, tampoco; del nombre nada… Sí recuerdo mucho a Paula Brooks, vivía en Ashland-Alabama, tengo grabada su cara porque ella sí mandó foto y al menos por dos años nos escribimos, esto debe haber sido entre los 12 y 13 años. El tiempo, la distancia, y sabe Dios qué otras cosas más fue diluyendo la correspondencia…
Las cartas… conozco de cerca una historia así en donde un peruano y una brasilera allá por los años 60’s se conocieron por carta y decidieron casarse… en pocos años cumplirán sus Bodas de Oro. Increíble, fueron unos adelantados a aquellos que se conocen por Internet.
Tengo en la memoria a un amigo con el que me escribía unas cartas larguísimas, como de cuatro páginas en donde entre el ir y venir de nuestras vidas nos íbamos contando los avatares de un estudiante de post-grado en California que soñaba con trabajar para la NASA (y lo logró) y una literata recién casada trataba de combinar el trabajo, la relación en pareja y la crisis económica creada por el primer gobierno de mi amigo Pavo real de triple pechuga. Las cartas que compartí con mi amigo Pepe Torero eran especialmente especiales, valga la redundancia.
He escrito miles de cartas, de todo tipo. Cartas a mis amigos, cartas formales, cartas de amor, muchas… todas con un solo destinatario. Cartas a mis hijos en situaciones importantes de sus vidas, cartas a mi madre quien se acostumbró tanto a ellas que cuando yo ya era una mujer casada y con hijos, de vez en cuando me pedía como regalo de cumpleaños que le escribiera una carta…
El correo electrónico, no permite la pausa, es cierto que igual estamos pendientes, a la espera, pero eso de esperar una o dos semanas a una respuesta creaba en el corazón un salto repentino cuando debajo de la puerta había un sobre a tu nombre.
Ahora solo me llegan recibos y publicidad…
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