I
Por esas jugarretas de la naturaleza todos los seres de este planeta somos conscientes que entre los irónicos mensajes de la vida destaca tener un hombre enfermo cerca. El género masculino propiamente, reconoce que no son los “mejores enfermos” de la Tierra y de hecho, tampoco colaboran en contradecir tal situación. Es increíble, pero si empezamos a cruzar historias vividas, inclusive confirmaremos que el género femenino es más inmune a las “plagas caseras”: gripes, toses, diarreas… La naturaleza (o Diosito que es hombre) ha dotado a la mujer automáticamente de una capacidad innata de autoprotección para ser capaz de jugar a la enfermera. (Ese jueguito “el doctor y la enfermera” no creo tenga versiones de “la doctora y el enfermero” pero de hecho: el enfermo y la enfermera es uno bastante popular en la vida diaria)
II
Yo les voy a hablar de María y Juan (esos son los nombres de mis personajes imaginarios, los de mi generación pueden entenderlo mejor, puesto que los que eran lectores de Selecciones Reader’s Digest recordarán esos artículos que se llamaban “Soy el hígado de Juan” o “Soy el ovario de María”).
María se casó con Juan (autoreconocido como un quasi hipocondriaco). Como ejemplo, ella sale encinta, él tiene náuseas. Ella tiene contracciones, él siente los dolores. Ella da a luz, él sugiere tener solo un hijo: porque el parto lo ha dejado traumado. Encima la naturaleza de Juan no lo ayuda, si se le presentó una apendicitis tuvo que ser la más complicada, si todo el mundo tiene una cicatrización “normal” a él le tuvieron que volver a abrir la herida para desinfectarlo. La vida sigue así y María juega a la enfermera mientras que Juan al enfermo.
III
Juan se opera de la rodilla, no puede caminar. Tiene que ir dando saltos por la vida y según manda la teoría usando muletas. Pero el pobre Juan es negado en su motricidad gruesa con el manejo de estos dos palos de madera que deben sostener su humanidad evidentemente castigada por el pa(e)so de los años. Medio kg por cada año de matrimonio. Ver cómo pretende usar las muletas es casi un peligro público, puesto que éstas se van abriendo como una A mayúscula en la medida que va andando y NO PUEDE. María piensa: ¡este angelito se jode la rodilla de nuevo y me fregué! Entonces, empieza a pensar cómo podría Juan desplazarse con una mediana agilidad de gacela gorda en un solo pie. Ella visualiza la escena de Fantasía de Disney a los hipopótamos con tu-tú bailando ballet. Ve lo que tiene en casa y ella misma practica con una silla apoyando ambas manos y haciéndose la cojita para calcular esa misma escena con 40 kilos más. Lo cree sensato. Ha encontrado la solución, la silla funciona –pero a las pocas horas, se raja. Se consigue, evidentemente, un andador: todos felices.
IV
La hora del baño es la más tensa. Hay que meterse en la ducha, hay que calcular el agua para que Juan no se enfríe, porque ya está con gripe y encima una tos de tuberculoso que nadie se la quita. María igualmente creativa logra organizar un sistema con las toallas, la bañada, secada, talqueada y demás que le recuerda la crianza de sus hijos: en talla king size, desde luego. y con una ternura bien lejana a la de esas escenas maternales.
Por esas jugarretas de la naturaleza todos los seres de este planeta somos conscientes que entre los irónicos mensajes de la vida destaca tener un hombre enfermo cerca. El género masculino propiamente, reconoce que no son los “mejores enfermos” de la Tierra y de hecho, tampoco colaboran en contradecir tal situación. Es increíble, pero si empezamos a cruzar historias vividas, inclusive confirmaremos que el género femenino es más inmune a las “plagas caseras”: gripes, toses, diarreas… La naturaleza (o Diosito que es hombre) ha dotado a la mujer automáticamente de una capacidad innata de autoprotección para ser capaz de jugar a la enfermera. (Ese jueguito “el doctor y la enfermera” no creo tenga versiones de “la doctora y el enfermero” pero de hecho: el enfermo y la enfermera es uno bastante popular en la vida diaria)
II
Yo les voy a hablar de María y Juan (esos son los nombres de mis personajes imaginarios, los de mi generación pueden entenderlo mejor, puesto que los que eran lectores de Selecciones Reader’s Digest recordarán esos artículos que se llamaban “Soy el hígado de Juan” o “Soy el ovario de María”).
María se casó con Juan (autoreconocido como un quasi hipocondriaco). Como ejemplo, ella sale encinta, él tiene náuseas. Ella tiene contracciones, él siente los dolores. Ella da a luz, él sugiere tener solo un hijo: porque el parto lo ha dejado traumado. Encima la naturaleza de Juan no lo ayuda, si se le presentó una apendicitis tuvo que ser la más complicada, si todo el mundo tiene una cicatrización “normal” a él le tuvieron que volver a abrir la herida para desinfectarlo. La vida sigue así y María juega a la enfermera mientras que Juan al enfermo.
III
Juan se opera de la rodilla, no puede caminar. Tiene que ir dando saltos por la vida y según manda la teoría usando muletas. Pero el pobre Juan es negado en su motricidad gruesa con el manejo de estos dos palos de madera que deben sostener su humanidad evidentemente castigada por el pa(e)so de los años. Medio kg por cada año de matrimonio. Ver cómo pretende usar las muletas es casi un peligro público, puesto que éstas se van abriendo como una A mayúscula en la medida que va andando y NO PUEDE. María piensa: ¡este angelito se jode la rodilla de nuevo y me fregué! Entonces, empieza a pensar cómo podría Juan desplazarse con una mediana agilidad de gacela gorda en un solo pie. Ella visualiza la escena de Fantasía de Disney a los hipopótamos con tu-tú bailando ballet. Ve lo que tiene en casa y ella misma practica con una silla apoyando ambas manos y haciéndose la cojita para calcular esa misma escena con 40 kilos más. Lo cree sensato. Ha encontrado la solución, la silla funciona –pero a las pocas horas, se raja. Se consigue, evidentemente, un andador: todos felices.
IV
La hora del baño es la más tensa. Hay que meterse en la ducha, hay que calcular el agua para que Juan no se enfríe, porque ya está con gripe y encima una tos de tuberculoso que nadie se la quita. María igualmente creativa logra organizar un sistema con las toallas, la bañada, secada, talqueada y demás que le recuerda la crianza de sus hijos: en talla king size, desde luego. y con una ternura bien lejana a la de esas escenas maternales.
No obstante, hay que destacar que Juan colabora y obedece en todo sin chistar, no reclama, acata, tolera las burlas de María, sus ironías y ligeras histerias que justifica dulcemente por la situación vivida. Es más, María le reclama y cuestiona su docilidad. Juan asiente con una sonrisa en el rostro de orfandad que solo se traduce: dependo totalmente de ti, estoy resignado.
María tiene sentimientos contradictorios: por un lado, está preocupada por la vulnerabilidad de su marido. Por otro, no puede evitar el tufillo de satisfacción... she has the POWER!
3 comentarios:
Claudia!
Me haz hecho reir hasta las lágrimas!! Tienes absolutamente toda la razon
Besos
Carito
Ups se coló una zeta, que horror
Peor que cartel de Congresista
Besos
Carito
Rodrigo, mi novio y conviviente, está con muletas. Ayer lo bañé, hoy le "pasé esto y aquello" y lo traje al trabajo.
¡¡Entiendo perfectamente!!
Besoo y saludos.
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