Cuando empecé este blog uno de los primero artículos que escribí se llamó: No lo tires contra la pared, seguirán siendo sapos! (http://enpuntomuerto.blogspot.com/2007/10/no-los-tires-contra-la-pared-seguirn.html) De hecho, tenía un estilo irónico y buscaba hacer entender al público femenino que a los hombres no se les puede cambiar… sobre todo cuando dicho individuo tiene hábitos arraigados.
Voy a ponerlo a dieta, voy a botarle esa camisa vieja que tiene, voy a comprarle una sandalias para que se modernice puesto que sus sayonaras de Bata no son fashion, se va a volver puntual conmigo, cómo le digo que sus modales no corresponden… Yo lo voy a cambiar, si realmente me quiere tendrá que adaptarse a lo que es políticamente correcto porque yo, como mujer, estoy al tanto de lo que debe o no debe hacer. Los hombres no están hechos para comportarse en sociedad… Suena conocido ¿no? y podemos agregar mil y un detalles a la wish list de millones de mujeres que por más vividas que sean, muestran una ingenuidad total en este aspecto.
Las mujeres no podemos ser tan tontas, tan infantiles. ¿A dónde se han ido las neuronas? (no contesten). Tenemos que aceptar con honestidad que cuando nos involucramos con un individuo extragenérico viene con todos los defectos del mundo, y les apuesto que generalmente se terminan enamorando del que tiene eso que ustedes siempre han criticado en la pareja de la otra. La vida es irónica, por cierto pero como no somos capaces de reconocerlo se construye la fabulosa fantasía de jugar a ser artífices de una nueva personalidad. ¡Por favor! ¡Cable a tierra!
Aquí no venimos con la misión de cambiar a nadie, ni que fuéramos mi “Bella Genio”, puesto que ni botella, ni lámpara, ni nariz, ni varita mágica logrará que susodicha criatura modifique sus hábitos más arraigados.
Veo, con suma tristeza, cuánta infelicidad puede traer la pretensión de querer cambiar al novio, marido, pareja o whatever puesto que la fantasía de ser las autoras de una metamorfosis no conlleva más que incomodidad y lágrimas a los protagonistas de dicha aventura. ¿Por qué ella quiere cambiarme, si se enamoró de mí como soy. Si me aceptó con todos mis “defectos”? Este pensamiento pasará por la cabeza de cualquier hijo de Adán: confuso, desorientado que ve que la mujer de su vida, pasado un tiempo, no está dispuesta a aceptarlo “just the way he is”. Los hombres no son tan tontos como creemos, y se dan cuenta cuando nos obsesionamos en cambiarlos. Es más... a veces hasta exacerban sus defectos de manera caprichosa... y se puede desatar una guerra inútil.
Hay que volver a mirar al Adán que se tiene al lado, tal vez valora más sus virtudes y analizar si esas imperfecciones que carga son realmente vitales en TU vida. Lo más probable es que no necesiten un cambio, solo una mutua adaptación y toneladas de tolerancia (¡lo aseguro!). Se corre el riesgo de que el producto final (ese hombre ideal que muchas mujeres tienen en mente) termine siendo una marioneta que se ha adaptado a ti solo para seguir con ellas porque las quieres “just the way SHE is”.
En verdad: ¿cuál será el porcentaje hombres que se juran Pigamaliones vs mujeres que también se la creen? y ahora adivinen: ¿quiénes se sientes menos frustrados?
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