lunes, abril 12, 2010

Ponle salsa a tu vida...

Cada vez la vida se complica más, el tráfico, el clima, el estrés laboral, los huecos de las pistas, las encuestas, Alan dando consejos por si hubiera terremoto, en fin: vivir en Lima está jodido. No obstante, a una se le da por hacer cosas entretenidas para darle alegría a la vida, por lo que decidí –instigada por mis amigas del original café terapéutico- meterme (con JC) a clases de Salsa.

Sábado, 17:30. Nos fuimos al COHIBA –bar cubano cerca de la casa- , profesor cubano de nombre Roberto, costo aceptable por 10 clases de hora y media cada una. Total, pago por bailar y pasarla bien.

Llegan otras parejas, una en especial llama nuestra atención, van con el hijito que debe tener unos siete añitos (Herodes, ¿dónde estabas?) que contracorriente se porta como un ángel mientras juega durante hora y media solo con sus muñequitos. El pata tiene una pinta de pavo que nadie se la quita, auguramos el desastre ajeno… sin embargo…. Adivinaron. ¡Catana! con los enlaces, vueltitas, pasitos y demás… el pata se luce en la pista, el pobre tiene menos gracia que un pollo crudo colgado en un mercado, pero me como mis palabras: no la necesita.

A veces una cree que hace bien las cosas, hasta que viene alguien que te ve por primera vez y en pocas palabras te indica que toda tu vida has vivido en el error. Creo que entendieron. Nosotros no somos malos bailarines, tenemos cierta gracia como pareja y realmente hemos encontrado un buen equilibrio en la pista de baile; sin embargo, hoy concluimos que somos unos vulgares bailarines artesanales y que tienen que enfrentarse a adquirir una técnica que pone al descubierto ciertas debilidades. Por ejemplo, descubrir que el uno es descoordinado, que al otro le cuesta entender cuando le dicen que para hacer el pasito hay que doblar la rodilla. Que ambos quieren pedirle al profe la hora libre para bailar como les da la gana.
Roberto me dice: … el problema es que como tú eres bajita… Y claro, yo pienso: este huev… además de pagarle para divertirme, se esfuerza por cagarme la autoestima al recordarme que tengo ESE problema, que vivo con ESE problema, que he superado ESE problema. Pero claro, con la “elegancia” que me caracteriza le contesto: hace rato que me di cuenta.
En fin, tenemos diez clases por delante para que podamos adquirir la famosa técnica ¡esta clase ha sido de cortesía!
¡SABOR!

1 comentario:

Joel Jones Pérez. dijo...

¿Pero por qué es un problema que seas bajita? ¡El problema es que nosotros somos demasiado altos!