Me miro una y otra vez al espejo, y no por ego… sino por masoquismo. Ando de un color muerto que le hago la competencia a Gasparín. Aunque pensándolo bien, tengo un tono hierba luisa verdoso que da pena. Además, el invierno causa catástrofes naturales: nos destiñe. No suelo ir a la playa con mucho rigor o por el contrario, cuando hago el propósito de ir, me pasa algo en el camino. Como cuando me chocó un camión portatropa de Salvataje de la PNP (ver post enero 2012), razón por la cual lo pienso dos veces.
Este año, como siempre, el tiempo
pasó volando y cuando el verano ya estaba encima mi amor propio me impedía
ponerme un vestido. Averiguando, averiguando, descubrí que existía LIMATAN, un
lugar en donde te hacían bronceados artificiales como para pasar “piola” los
primeros días soleados y aparecer como que ya estábamos tomando un color capulí…Deducirán
que empecé a deshojar margaritas: voy o no voy, voy o no voy. Pero para no
perder tiempo, arranqué con las investigaciones del caso.
Primero, me paseé por la página
web. Me leí todo, hasta las letras chiquitas. Me fijé en el razonable precio
que me iba a convertir en una “golden girl” y obviamente no era por la edad (no
se maleen… todavía son “silver girl”). De ahí, entré a Facebook, viendo las
opiniones y revisando las preguntas… descartando dudas, paltas, y más pétalos
de margaritas. Llamé por teléfono y confirmé dirección, si había playa de
estacionamiento cerca, tontería y media. El proceso, según me indicaron, solo
demoraba diez minutos.
La cosa es que me embarqué una
mañana nublosa a acometer dicha empresa. Y no negaré que tenía un nudito en la
garganta, que si hubiera sido varón, tendría dos nuditos. Recordaba ese capítulo
de Friends en donde Ross se pinta y
no se da la vuelta correctamente. Recordaba, también, que hace unos cuatro o
cinco años atrás, unas maravillosas alumnas mías se habían aplicado el
bronceado artificial para la Pre o la Prom y habían quedado color puré de
camote con harto jugo de naranja!!! Pienso enormemente en ellas mientras
escribo este post y me mato de la risa recordando la historia. Pero, con todo
ello, pensé que el tiempo jugaba a mi favor y la tecnología sería más
condescendiente conmigo.
Cuando llegué me preguntaron: ¿viene
a broncearse? Cuán obvia sería mi blancura que no me preguntaron por otros de
los servicios que ofrecían. Mi respuesta fue: quiero un tono bajito no más y a lo Chuiman: en la cara no…
En fin, con las prendas escogidas
para la ocasión, pasé a una suerte de ducha en la que me esperaba una chica
super amable con un frasco y pistola en mano. Misma pintura al duco. Así lo vi:
me iban a pintar al duco. Me indicaron que tenía que echarme una crema en las
palmas de las manos, plantas de pie y uñas. Seguí instrucciones y arrancamos. La
postura de “Hombre de Vitrubio” fue la que predominó. Creo que Leonardo da
Vinci no se iba a imaginar jamás en su sapiencia que lo iba a estar convocando
mientras que me convertí humildemente en un mueble para ser pintado como tico,
casi galvanizado. Después de la pintada, prendieron el ventilador y vino la
secada: ocho minutos debajo de un ventilador y luego a salir a caminar por
veinte más y “airearme”.
La historia está larga, pero en
conclusión: valió la pena… de yerbaluisa pasé a color té con limón en la
tercera usada de la bolsita. No llamó la atención, me duró una semana, lo
suficiente para ir un par de veces a la playa y empezar a tomar un bronceado
natural.
Como quien dice: otra aventura
divertida para contarle a los nietos.
1 comentario:
Mil Gracias por el lindo Post! nos alegra haber podido estar a la altura de sus expectativas.
Ya que le gusto nuestro bronceado en spray le invitamos de manera complementaria a pasar por una siguiente sesión de bronceado Limatan.
Que tengas un excelente dia!
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