Yo vivo fascinada con los adolescentes, no en balde paso más horas al día conviviendo con ellos que con mi familia; me fascina ver su comportamiento, sus arranques, sus engreimientos, sus reacciones irracionales. Lo acepto, soy una masoca.
En estos ya cinco lustros que llevo trabajando con chicos cuyas edades han fluctuado entre los catorce y diecinueve años debo confesar que ellos han pasado por mí dejando una invalorable huella porque he visto y vivido en carne propia cambios fundamentales en los adolescentes de ayer y en los de hoy. Agrego, que además vengo sobreviviendo a la maravillosa adolescencia de mis hijos con todos los bemoles que ello ha supuesto, pero con más sostenidos que nada.
En una injustísima generalización se suele decir que los adolescentes siempre serán inconformes, extremistas en extremo (valga la redundancia), desubicados, desmotivados, egoístas, rebeldes, intolerantes, contestatarios. Sí, puede ser verdad en algunos casos y de alguna medida. No obstante, son creativos (en sus excusas), son verbales (en sus argumentos), son desprendidos (con el dinero ajeno), son libres (en su falta de responsabilidades), son cien por ciento sociables (cuando están rodeados de otros adolescentes), y el más importante y donde quiero enfocarme: son económicos.
¿Por qué digo que son económicos? Porque lingüísticamente lo son. Si entendemos por economía lingüística (EcoLin) la tendencia según la cual se supone que las lenguas se inclinan a realizar el menor esfuerzo en cuanto a su articulación de producción en oposición constante a las necesidades expresivas de la comunicación*. Ahorremos palabras, es la consigna de un adolescente, si podemos hablar menos diciendo lo mismo. Para qué vamos a desperdiciar saliva, desgastar nuestras cuerdas vocales y consumir más aire. Simple y llanamente: reduzcamos nuestro vocabulario.
Entonces, ante todas aquellas preguntas (amenazantes) que les hagan sus progenitores sean de una naturaleza igual o similar a: ¿qué tal te fue?, ¿la pasaste bien?, ¿te gusta?, ¿cómo te sientes?, ¿vas a salir?, las leyes de la EcoLin mandan a contestar única y exclusivamente con esta gama suficiente de vocablos: normal, fácil (cuidado aquí, que reemplaza nuestro “puede ser”) y el popular y más mentado: no sé.
Si Cervantes lo hubiera sabido, no habría tenido que escribir dos tomos para contarnos toda la historia de nuestro caballero andante que luchó contra molinos de viento… Si hubiera sido económico se hubiera ahorrado harta tinta y harto papel. ¡Qué pavo!
*definición en www.es.thefreedictionary.com
3 comentarios:
No olvidar el desesperante y pechugón "un toque" como una nueva escala de medir el tiempo en que deben responder a un llamado, un pedido de favor, dejar de chatear y apagar la pc, y lo que es peor aún, cuando te desgañitas llamando a su celular preguntando a qué hora regresa de la fiesta o reu de la que debió volver hace dos horas.
Jajaja es cierto, los adolescentes ahorran palabras todo el tiempo ... y ahora con el facebook y chat, más todavia ...
Debo igual dejar escrito en este comentario, que no hubo mejor persona como tu que me haya acompañado en mi adolescencia .. y eso, que nunca fui un adolescente común !! gracias Cludita !
Ahorran en eso, pero todo son aparatos, desde el móvil, el pc, la consola y ahí no quieren si no la mejor.
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