Siempre he comentado sobre algunas frases que marcan en la vida, o aquellas que de tanto escucharlas en alguna etapa de nuestra vida se convierten en huellas imborrables. Yo tenía un profesor de Matemáticas en el colegio (en 1ero de secundaria, si mal no recuerdo) que solía decir: es más fácil encontrar un aguja en las turbulentas aguas del rio Santa, que un alumno en la biblioteca. Hoy, la frase regresa a mí cobrando vida sobre cómo han ido cambiando las formas de sacar información de estudiantes de nuestra generación y los actuales.
Efectivamente, en mi época resultaba difícil ver que los escolares fueran de motu propio a la Biblioteca. Cerca de mi colegio estaba la Biblioteca de la Municipalidad de San Isidro, que ya en los tardíos setentas era bastante moderna y a veces muchos de nosotros íbamos ahí. No obstante, en las casas se veían libros, se veían libreros, al menos habían humildes estantes con varios libros de consulta. Debo confesar que nosotros también teníamos nuestras Wikipedias, y que aquello que no estaba en la Enciclopedia Barsa no era respetable. También estaba la Enciclopedia Temática y la Enciclopedia Británica, con lo cual: a cualquier hogar de clase media le bastaba, para resolver las dudas, recurrir a una de estas variantes para solucionar la tarea. A veces, estas fuentes se enriquecían con algún artículo de alguna revista que aparecía por ahí: National Geographic, TIME, Newsweek y no menos importante: el Almanaque Mundial.
Hoy, casi treinta años después –qué depresión- me quedo horas navegando por la web y podría seguramente escribir una tesis completa sobre cualquier tema solo leyendo documentos “colgados en la red”. No me tengo que mover más allá de mi silla y con el solo toque los dedos en el teclado ampliar mis conocimientos y además, contribuir a desarrollar los de mis alumnos.
Sin embargo, me preocupa cómo los estudiantes actuales minimizan el valor de investigar, de comparar fuentes, de sacar conclusiones. Caen, inclusive, en la ingenuidad de creer en tooooooooooooooooodo lo que la web les muestra puesto que Internet tiene más validez que la Biblia. Si está en Internet es confiable, verídico y reproducible. Así es como confían en engañar a sus profesores con trabajos plagiados de “ El rincón del vago” –pienso: hay que ser idiota para confiar en la calidad del trabajo que un “vago” le hereda a otro “vago”- y aunque efectivamente, pueden jactarse del engaño no calculan cómo tarde o temprano ello les pasará la factura.
Para terminar, no puedo cerrar este post sin mencionar un caso, del que me enteré por casualidad, que pinta de cuerpo entero la calidad moral de ciertos ejemplos (de)formativos de padres que por “ayudar a los hijos” los ayudan a embrutecerse: Sabiendo que el hijo no había hecho la tarea, el padre le dice que, dado que tiene que presentar el trabajo y que lo único que tiene a mano el de un amigo hecho el año anterior, entre los dos (tremendos cómplices) cambiarán un poco las palabras para que la tarea sea presentada en el plazo exigido porque no puede permitir que lo jalen.
La generación de hoy, es producto de los padres que tiene.
3 comentarios:
La gran ventaja que tiene ahora Internet es que si algún paparulo ha plagiado un documento tal cual, basta con buscar algunas frases sospechosas en Google. Si el documento existe, lo encontrarás. ¡Ahora incluso encuentra frases en archivos pdf!
¿Cómo te enteraste de lo del padre?
Respuesta a Joel: parte de la red de contactos con otros profesores...
La Nueva Enciclopedia Temática, esa azul de catorce tomos no? Lo que daría por hojearla nuevamente. Algo que me paso buscando en internet y que rara vez encuentro es justamente esos libros viejos de mi infancia. Ni reseñas y casi ningún ejemplar a la venta. Bueno, con lo pesado que sería que me la manden a Suecia.
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