Pensaba el otro día que en el universo de los lectores existen varios conjuntos (la matemática escolar dejó en mí alguna huella). Justamente de ello hablaré el día de hoy.
Partamos de la primera división:
CONJUNTO A: compuesto por todos aquellos privilegiados elementos que saben leer.
Partamos de la primera división:
CONJUNTO A: compuesto por todos aquellos privilegiados elementos que saben leer.
CONJUNTO B: compuesto por todos aquellos elementos víctimas de políticas educativas infames, entre muchas otras causas más que no sabe leer.
Dentro del CONJUNTO B sin embargo, tenemos un subconjunto interesantísimo: aquellos que siguen la tradición de la literatura oral, un maravilloso tipo de literatura que sobrevive a pesar del tiempo, la distancia y la tecnología. Una literatura que va de abuelos a padres, de padres a hijos. Una extraordinaria literatura que trasmite conocimientos populares milenarios.
En cambio, el CONJUNTO A es mucho más variopinto.
Tenemos aquel subconjunto A1 que sabe leer pero no entiende lo que lee (algunos lo han llamado analfabetismo funcional). Ahí es donde pertenece un gran número de escolares de todas las edades, y creo que ello no es exclusivo de un solo país. Esto ya es algo así como “la casa del jabonero: el que no cae, resbala”.
Tenemos aquel otro A2 (en estado más crítico) que sabe leer, entiende lo que lee, pero no lo hace. Imperdonable.
Y por último, tenemos al privilegiado en todo el sentido de la palabra. El subconjunto A3 que lee y ve en la lectura un oasis, un medio, una salida para ser no “aburrarse” ni aburrirse.
Son muchos los llamados, pocos los escogidos.
Dentro del CONJUNTO B sin embargo, tenemos un subconjunto interesantísimo: aquellos que siguen la tradición de la literatura oral, un maravilloso tipo de literatura que sobrevive a pesar del tiempo, la distancia y la tecnología. Una literatura que va de abuelos a padres, de padres a hijos. Una extraordinaria literatura que trasmite conocimientos populares milenarios.
En cambio, el CONJUNTO A es mucho más variopinto.
Tenemos aquel subconjunto A1 que sabe leer pero no entiende lo que lee (algunos lo han llamado analfabetismo funcional). Ahí es donde pertenece un gran número de escolares de todas las edades, y creo que ello no es exclusivo de un solo país. Esto ya es algo así como “la casa del jabonero: el que no cae, resbala”.
Tenemos aquel otro A2 (en estado más crítico) que sabe leer, entiende lo que lee, pero no lo hace. Imperdonable.
Y por último, tenemos al privilegiado en todo el sentido de la palabra. El subconjunto A3 que lee y ve en la lectura un oasis, un medio, una salida para ser no “aburrarse” ni aburrirse.
Son muchos los llamados, pocos los escogidos.
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