sábado, septiembre 20, 2008

Helena tuvo la culpa -una lección de mitología-

Como muchos saben la mitología es una de mis debilidades. Los dioses griegos y sus historias terminan siendo tan entretenidas y humanas, que una vez que uno entra en ese mundo (de lleno) se siente atrapado para siempre.
Una de las historias que más me ha llamado la atención es la guerra de Troya, pero no desde la perspectiva que nos la cuenta Homero en La Iliada, digamos que hablaré hoy de la “madre del cordero”: Helena.
Como se sabe Zeus tenía una gran debilidad: las mujeres. No tardó, por ello, en echarle el ojo a Leda, una bella princesa mortal casada con un rey terrenal. Gracias a su gran capacidad de transformación, Zeus se volvió un cisne y una noche que ella salió a pasear cerca del lago, tuvieron un encuentro sexual -no preguntar, es mitología y todo es posible-. Les recuerdo que Zeus se convirtió en lluvia de oro para estar con Dánae, en hormiga para estar con Clítoris, en toro para estar con Europa, en humano para estar con varias, etcétera, etcétera. Esa misma noche, Leda yació con su marido y de ambas uniones dio a luz dos huevos: en uno Cástor y Pólux (divinidades), en el otro Helena y Clitemnestra. O sea que el origen de esta belleza famosa pudo estar en el mismísimo Olimpo. Años después se casaría con Menelao y otros años después, Paris le echaría el ojo: la causa por la que la guerra empezó.
Entonces, sea como sea, el origen de la guerra de Troya estuvo en las manos de una mujer. Así como la caja estuvo en manos de Pandora que destapó todos los males del mundo, así como Eva tuvo en sus manos la manzana y tentó a Adán, cabe la pregunta: ¿por qué ese ensañamiento con el género femenino y ese afán de echarnos la culpa de todo?
Finalmente en la vida real, no creo que haya habido una Helena, algunos historiadores consideran que tal vez fue alguna nave importante que los troyanos les capturaron a los griegos y eso fue el desencadenante de esta mítica guerra. No obstante, hay que tomar en cuenta que en esa época la mujer y el barco estaban en la misma categoría: eran las propiedades más importantes. Por ejemplo, en el Antiguo Testamento se recoge en las tablas de los X Mandamientos: “No desearás la mujer de tu prójimo, ni su casa, ni su burro”: mismo valor. Estos dos últimos elementos han sido eliminados a lo largo de la historia.
Podemos pasarnos horas discutiendo por qué la historia, y curiosamente las religiones, han culpado a la mujer de todas las grandes desgracias de la civilización. Personalmente, considero que una explicación la podemos encontrar en la inseguridad sentida por el género masculino al confirmar, día a día, que sólo la mujer tiene el gran don (como la diosa naturaleza) de dar vida. Para este tema hay numerosa bibliografía. Un texto muy interesante es Las cuatro mujeres de Dios: la puta, la bruja, la santa y la tonta, de Guy Bechtel, que prometo comentar en algún momento.

1 comentario:

Anónimo dijo...

quisas sea lo contrario, el hombre es muchas veces el reflejo de una mujer, como escaleras, espesificamente en una relacion por ejemplo madre e hijo, mujer y hombre, sin embargo no hay dudas de que la mujer a generado a lo largo de la historia muchos conflictos y a desencadenado el pecado mortal..Saludos