jueves, diciembre 18, 2008

Amor a primera vista

Existen los amores a primera vista, tú lo ves y quedas prendada de él para siempre. George… por ejemplo. Sin embargo, este amor del que les voy a hablar es diferente, digamos que menos carnal. Buscaba algo, en mi mente me imaginaba un espacio que llenar, un vacío al que había que resucitar, darle vida. No sabía exactamente qué quería, qué podría satisfacerme, cómo podría ser capaz de establecer un vínculo comunicativo entre una imagen y una mediana sensibilidad que tengo para el arte. Quería un cuadro, pero tenía que ser eso: un amor a primera vista. No obstante, el asunto acarreaba un problema, ese chispazo tenía que compartirlo, no podía tomar una decisión yo sola puesto era para toda la vida, JC tenía que estar involucrado…. o al menos podía hacerle creer que lo estaba…. –dicho sea de paso, no fue necesario-.
Mi creativa, optimista, buena onda y sobre todo, generosa amiga Patricia Laos, me llevó a su taller –después de que la jorobé días enteros para ver cuándo íbamos- y luego de pasar por el laberinto del fauno, ella entenderá a qué me refiero, subimos por una escalera y llegamos al paraíso.
Empecé a avanzar... y en eso, sobre el lado izquierdo apareció: una explosión de color, un ir y venir de trazos, unas pinceladas de óleo llenas de luz, llenas de energía contagiante, naranjas, verdes, rojos, marrones, un crisol de colores indescriptible: todo en casi dos metros cuadrados. Esto es lo que quiero, pensé. No quiero ver nada más. Lo quiero para mí.
Así deben ser las relaciones que tienen las personas con el arte, un choque eléctrico de sensaciones indescriptibles, inefables.
Tuve suerte, JC compartió el sentimiento. Es más, fue él quien me motivó a escribir esta publicación puesto que ambos nos sentimos muy identificados con lo que el cuadro representaba: un nuevo inicio.

No hay comentarios: