Fui invitada a Trujillo para participar en la IV Edición de la Feria del Libro, gracias a la iniciativa de su gran creadora Adriana Doig, a quien conocí unos meses atrás. Se había enterado de un proyecto que yo hacía con mis alumnos y (bien aconsejada) decidió convocar a dos profesoras para exponer sus ideas en lo que se llamó: Profesores motivadores, lectores creativos.
II
Trujillo era para mí, por un slogan que escuché desde niña: la Ciudad de la eterna primavera. Toda la vida me la imaginé como un jardín... hace más de cuatro años que no iba por ahí. Me llamó la atención ante todo: el tráfico y la velocidad con la que maneja la mitad de la población automotriz: los taxistas. No existe la palabra frenar, sino un ligero empuje al pedal en cuestión que reduce en unos 10kms la velocidad permitiendo "chequear" al paso si te vas a empotrar con alguien que viene por la otra vía. Los peatones son una suerte de Gasparines dado que no se les ve, no existen para estos taxistas que no solo se han adueñado de las vías sino del ruido: son los maestros de la bocina, claxon o como michi quieran llamarlo...
III
Ante lo anterior.
JC y yo cruzábamos las pistas con cuidado y valentía. Él, como caballero andante e inspirado por su sobreprotección no podía evitar decir: Ahora! Crucemos! Tomaba mi mano ... y yo, cual damisela pasiva me dejaba llevar a la otra vereda que en la ciudad de la primavera apestaba a orín y no a rosa. Sin embargo, en esos descuidos de la vida, cuando el caballero andante recibe una llamada por el celular y se poner a hablar... esta pequeña damisela no tiene mejor idea que hacer las de Lázaro de Tormes y guiar a mi distraído caballero a cruzar el río de asfalto para llegar a la otra orilla. Lo tomo del codo, calculo la distancia del taxi que nos amenaza a unos 20 metros y decido rauda y veloz olvidando las palabras mágicas (Ahora! Crucemos!) y cruzo. A la mierda!!!! No lo vi: hendidura de unos cuarenta centímetros de diámetro en el que mi pequeño pie izquierdo talla 35 se atracó y yo, cual huevo frito (por no decir huevona) caí de rodilla, codo, costilla, tobillo y mi pequeña anatomía quedó a unos escasos 70 centímetros del taxi en cuestión que tuvo que FRENAR mientras que mi caballero me levantaba (o sea me jalaba) para terminar de cruzar la pista. Lágrimas de dolor y orgullo roto brotaban de mis ojos, pero al menos fue lo único que se me rompió. Mi lado izquierdo hecho puré, pero entera.
1 comentario:
que penita que te paso eso claudia, yo vivi diez años en trujillo y guardo los mejores recuerdos de esa linda ciudad pero lo que no extraño es su trafico endemoniado y que tiene quizas la mayor cantidad de taxistas del peru y que no conocen otra manera de manejar que tocando el claxon en cada esquina.
felicitaciones por la charla de la feria del libro, un evento muy simpatico.
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