jueves, febrero 19, 2009

Ser o no ser.../ Qué es la vida ... un frenesí? ...


Las frases que titulan esta publicación son conocidas. Una de Hamlet, en el famoso monólogo pronunciado por el príncipe danés, analizado y leído hasta la saciedad. La otra proviene de La vida es sueño; en ella, Segismundo, en su prisión, analiza el concepto de libertad que él tiene frente a otros elementos de la naturaleza.
Ambos monólogos son famosos, demandan además a aquellos actores que encarnan a tales personajes, un talento singular. Shakespeare y Calderón de la Barca, a través de la boca de ellos, fueron capaces de dejar una huella imperecedera y profunda en un público universal y atemporal.
No obstante, hay un monólogo de la misma época que creo es injustamente poco celebrado: Laurencia, en Fuenteovejuna. En él transmite una fuerza que no puede pasar desapercibida por ningún lector medianamente observador.
La imagen que tenemos de esta obra teatral del siglo XVII, como ralos estudiantes de literatura escolar, es realmente patética, pregúntense aquellos de mi generación qué recuerdan de la obra y lo más probable es que al unísono (los acompaño) digamos: Todos a una! Resumiríamos que el pueblo harto de los desmanes mató al comendador, -por supuesto que ello corresponde a los que tengan mejor memoria-.
¿Quién era Laurencia?, una campesina la hija del alcalde violada por el susodicho Comendador el día de su matrimonio (casi casi como el "Derecho de pernada" de la época feudal) . Cuando logra huir de él, irrumpe en la asamblea del pueblo donde todos los hombres están reunidos y pronuncia un discurso fabuloso. En él, acusa a los hombres del pueblo de cobardes, de ovejas (jugando con lo de Ovejuna), de afeminados –insultos realmente duros en la época- puesto que terminaron permitiendo que le pasara lo que le pasó y siente que nadie hizo nada para salvarla.
Vive Dios, que he de trazar
que solas mujeres cobren
la honra de estos tiranos,
la sangre de estos traidores
(...)
Como verán, el tema va más allá, porque la fuerza de sus palabras prende la chispa de la venganza del pueblo. Es ella, la que funge de catalizador, sin Laurencia la venganza no hubiera funcionado.
Me ha llamado siempre la atención el emplazamiento claramente feminista, el deseo de volver a la etapa de la dominación amazona, el poder de la mujer, que cuando no se sienten defendidas por quien debía hacerlo no ve otra salida.
(...)
y yo me huelgo, medio-hombres,
por que quede sin mujeres
esta villa honrada, y torne
aquel siglo de amazonas,
eterno espanto del orbe.
Agradecerle a Laurencia, por favor, el “todos a una”.

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