Escuché por primera vez la palabra Feria de labios de mi padre, cuando recibía de regalo unos boletos para ingresar a la desaparecida Feria Internacional del Pacífico. En ella se exponían diversos artículos y productos de los países bañados por ese océano. Mi hermana Alejandra trabajó, en los lejanos 70s en el stand de México como anfitriona (no confundir con las de hoy, por favor).
Luego hubo varias ediciones de la Feria del Hogar, en donde te embutían hasta por el último poro de tu cuerpo, aparatos eléctricos con “super ofertas”. Resultaba atractivo el asistir a ciertos conciertos llamados el Estelar de la Feria. Recuerdo hacer visto a Rubén Blades en uno de ellos. Algunos años después la Feria murió.
Culturalmente hablando, la clásica es la Feria del Libro. Aquí tenemos la que organiza la Municipalidad de Miraflores (Feria Ricardo Palma), la de Trujillo (que es bienal) exquisitamente organizada y hace poco hubo una en el cono norte con el lema: ¡Leer te lleva a donde quieras! Iniciativas espectaculares por cierto.
Tuve la suerte de estar hace unos días en la Feria Internacional del Libro de Buenos Aires, no es la primera vez que asisto pero nunca había escrito sobre ello. ¡Es la locura!
Debe haber por lo menos unos 400 stands de diferentes editoriales y librerías, y la cantidad de asistentes es enorme. Las masas humanas se dividen en tres pabellones (Azul, Verde, Amarillo) que a su vez se dividen en calles… Uno que es humano y tiene sus debilidades no puede evitar salivar como el perro de Pavlov frente a tremenda oferta de libros de todo tipo. Debe ser algo así como soltar a Drácula en un Banco de Sangre (la metáfora no es mía, por siacaso).
Entonces por dónde empezar, qué ver, qué comprar, qué hacer, cuántos kilos de exceso estaré dispuesta a pagar… Además de los que ya me empujé con la comida.
Para mí, ir a esta Feria es como ir a Disneyworld, creo que me entienden. Además uno puede encontrar precios hasta en un 75% que en Lima y de hecho con ello, me convenzo más rápido para darle rienda suelta a mi compulsión….
Luego hubo varias ediciones de la Feria del Hogar, en donde te embutían hasta por el último poro de tu cuerpo, aparatos eléctricos con “super ofertas”. Resultaba atractivo el asistir a ciertos conciertos llamados el Estelar de la Feria. Recuerdo hacer visto a Rubén Blades en uno de ellos. Algunos años después la Feria murió.
Culturalmente hablando, la clásica es la Feria del Libro. Aquí tenemos la que organiza la Municipalidad de Miraflores (Feria Ricardo Palma), la de Trujillo (que es bienal) exquisitamente organizada y hace poco hubo una en el cono norte con el lema: ¡Leer te lleva a donde quieras! Iniciativas espectaculares por cierto.
Tuve la suerte de estar hace unos días en la Feria Internacional del Libro de Buenos Aires, no es la primera vez que asisto pero nunca había escrito sobre ello. ¡Es la locura!
Debe haber por lo menos unos 400 stands de diferentes editoriales y librerías, y la cantidad de asistentes es enorme. Las masas humanas se dividen en tres pabellones (Azul, Verde, Amarillo) que a su vez se dividen en calles… Uno que es humano y tiene sus debilidades no puede evitar salivar como el perro de Pavlov frente a tremenda oferta de libros de todo tipo. Debe ser algo así como soltar a Drácula en un Banco de Sangre (la metáfora no es mía, por siacaso).
Entonces por dónde empezar, qué ver, qué comprar, qué hacer, cuántos kilos de exceso estaré dispuesta a pagar… Además de los que ya me empujé con la comida.
Para mí, ir a esta Feria es como ir a Disneyworld, creo que me entienden. Además uno puede encontrar precios hasta en un 75% que en Lima y de hecho con ello, me convenzo más rápido para darle rienda suelta a mi compulsión….
Pensar con libros, es el lema de este año. Ello me hace reflexionar nuevamente en que la lectura es el mejor ejercicio para el cerebro y para el alma. Tengan eso como lema personal, es sano, es constructivo.
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