lunes, julio 20, 2009

Registros hospitalarios


En este pasado mes el destino me arrojó de manera descarada a un universo bizarro y tuve que pasar varios días hospedada en un cuarto de clínica, los cólicos y luego laparoscopía de un familiar cercano de género masculino me obligaron a ello. Hablo de un universo bizarro especialmente en el registro lingüístico que se utiliza en un Centro de Salud.

Por un lado tenemos, todos aquellos depósitos que tienes a mano en la habitación para deshacerte de las deposiciones tanto líquidas como sólidas, aquellas que salen por arriba y por abajo. En primer lugar, entiéndase a la riñonera que la usas para vomitar. Esta palabra resulta obvia cuando uno ve el instrumento en sí que tiene forma de chorizo gordo, es decir: un riñón. Claro que su esdrújulo contenido, el vómito, tampoco es una linda palabra. Tiene una fuerza de arrojo espantosa.

En segundo lugar, confieso que me encanta la creatividad cuando de poner nombres se trata, puesto que a quién se le habrá ocurrido bautizar al aparato en el que los caballeros depositan la orina mientras están acostados: papagayo. Este instrumento de aluminio helado, en el que los pobres in-pacientes introducen su miembro viril, es pues un ave colorida que se engulle un pene que descarga sus efluvios...Por último, y no menos importante, terminamos con otro de los depósitos con el que yo me siento bastante afectada, la chata. Redonda, ancha, y como su nombre lo indica, chata. Yo la veo, y encima como es igualmente metálica y me veo reflejada: deforme, como en el salón de los espejos de las ferias populares… Chata, chata: compleja, helada, pegajosa y eternamente incómoda con lo cual jamás entregará una real satisfacción al usuario, puesto que su rol es simplemente hacer las veces de un clon barato de su amigo lejano: el w.c. (Imagínense, mis queridos lectores, el sentimiento de desubicación ante: dónde está la chata, pásame la chata, lávate la chata, haga sus deposiciones en la chata... )

Por otro lado, hay toda una gama de frases maravillosas a las que uno se acostumbra, por ejemplo: ten cuidado con la vía (casi casi es una de tránsito) , vamos a nebulizarte (y cuando veo al paciente con estos humos blancos también veo una mezcla de hielo seco con el ponche de los locos Adams), vamos a revisar los niveles (esto ya suena a mecánico, el nivel de aceite y agua), el joven está regio (claro! en comparación con la madre que tiene en su haber media hora de sueño en las últimas 48 horas y que se siente hecha puré…!) Así, cualquiera.

Hemos sobrevivido, y ahora con una vesícula menos en la familia.

No hay comentarios: