Cuando uno se reúne con sus amigos de colegio –sobre todo si han transcurrido décadas desde que éste terminó- suele haber una suerte de memoria colectiva que lo que busca es reconstruir el pasado en común. Esta cantera de recuerdos casi siempre está llena de partes “oscuras” y divertidas en la que las risas se mezclan con ciertas reflexiones, que a la distancia, funcionan como filtros casi moralista de qué valientes o inconscientes fuimos de realizar ciertos actos irreverentes.
Ayer me reí a carcajadas, puesto que al reunirme con un grupo muy querido de compañeros de promoción con la excusa de ser Navidad –no les digo que esa fecha me persigue- quisimos compartir con la gran mayoría de los hijos escenas de nuestra vida anterior. Estos terminaron siendo testigos de historias que en su momento fueron incontables, que si nuestros padres se hubieran enterado estaríamos castigados de por vida y que por último, habrían generado una expulsión directa de nuestra Alma Mater por la puerta grande.
En ciertos momentos la adrenalina se apoderó de nosotros al ser capaces de recordar detalles de hace casi cuarenta años, piezas de un rompecabezas que se iban aportando: los libros que usábamos en primaria –This is our town-, las clases de Religión en la que nos hacían paporretear oraciones enormes para tomarnos después un oral en el que te sacaban 0 o te sacabas 20 –Oh Dios, principio supremo de todas las cosas derrama tu luz sobre mi inteligencia y aleja de ella las tinieblas del pecado y de la ignorancia…- , los agresiones físicas de ciertos “hermanos” porque en esa época no era mal visto: la letra con sangre entra. El hecho de que nuestros padres JAMAS se iban a aparecer en el colegio porque los profesores SIEMPRE tenían la razón… Experimentos volcánicos con gasolina que casi incendian una clase, una imitación de Grease en la que aterrizaba Andy Gibb (nada que ver), destripamiento de una rana, fugas –salida y entrada- para ir a la bodega, etcétera, etcétera, etcétera. Recuerdos que surgieron entre gritos, carcajadas, bromas y hasta por momentos agresiones cariñosas (sí es posible).
Reunión catártica, donde parecía que haciendo honra a un antiguo poeta español convocamos al presente esa lejana vida escolar: cualquier tiempo pasado fue mejor. Ayer pareció mejor, más que mejor: casi idílico porque claro… a la luz de la distancia la añoranza por lo vivido nos hace contemplar la vida desde la orilla actual: tiempos acelerados, materialistas, vivimos con miedo del futuro, con enormes responsabilidades, tratando de mantener el equilibro. No obstante, fuimos por un momento esos chiquillos que todos los 1eros de abril nos poníamos nuestro uniforme gris rata que hacía juego con el gris del cielo de Lima.
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