A pesar de que no me gusta mucho el circo… hay una cosa que siempre ha llamado mi atención: los trapecistas y los equilibristas. Estos últimos han ejercido cierta fascinación sobre mí, sobre todo si trabajan en un circo chino, pues generalmente estos equilibristas tienen que caminar por la cuerda floja cargando un sinnúmero de platos y obviamente luchar para no se les caiga ninguno.
Siento atracción por estos individuos que caminan y por nada del mundo pierden alguna de sus piezas de porcelana y como yo siempre me cuestiono, ahí viene la pregunta: qué es un malabarista de platos chinos sino una maravillosa metáfora de la vida moderna?
Nosotros, todo el género humano sin distinción, caminamos todos los días por la cuerda floja, esa cuerda llamada vida que en cualquier momento una de las Parcas decidirá cortar… y en nuestro caminar vamos tomando platos que encontramos en el camino, los vamos acomodando y tratando de que no se nos vaya a caer ninguno, realizamos una brillante performance ante el público que nos rodea y logramos confirmar que somos capaces de llevar, y de manera exitosa, cuanto plato tengamos encima.
Los que son más prácticos (benditos sean!) no se hacen problema si pierden algún plato en el camino, total… hicieron todo lo posible por mantener el equilibrio pero uno es humano y se puede equivocar. Otros, o sea la gran mayoría, queremos llevar todos (absolutamente todos) los platos en buena forma, llegar al final de la cuerda con la vajilla completa, nos estresamos y sudamos la gota gorda cuando algún plato peligra y seríamos capaces de caer al vacío antes de que uno de los platos lo hiciera. Justamente ahí está el problema: cuando además, queremos cargar un montón de platos a la vez, los nuestros, los de nuestros hijos, los de nuestras parejas, los de nuestros padres, los de nuestros jefes, los de nuestros amigos, los de todo el mundo… Y hay que ser conscientes de que estamos jugando con nuestro propio equilibrio, es humanamente imposible. Al final de todo terminaremos ayudando a las Parcas a cortar la cuerda, o tendremos una caída tan estrepitosa que será imposible levantarse, además de tener todos los platos rotos encima.
Después les cuento por qué me gustan los trapecistas.
Siento atracción por estos individuos que caminan y por nada del mundo pierden alguna de sus piezas de porcelana y como yo siempre me cuestiono, ahí viene la pregunta: qué es un malabarista de platos chinos sino una maravillosa metáfora de la vida moderna?
Nosotros, todo el género humano sin distinción, caminamos todos los días por la cuerda floja, esa cuerda llamada vida que en cualquier momento una de las Parcas decidirá cortar… y en nuestro caminar vamos tomando platos que encontramos en el camino, los vamos acomodando y tratando de que no se nos vaya a caer ninguno, realizamos una brillante performance ante el público que nos rodea y logramos confirmar que somos capaces de llevar, y de manera exitosa, cuanto plato tengamos encima.
Los que son más prácticos (benditos sean!) no se hacen problema si pierden algún plato en el camino, total… hicieron todo lo posible por mantener el equilibrio pero uno es humano y se puede equivocar. Otros, o sea la gran mayoría, queremos llevar todos (absolutamente todos) los platos en buena forma, llegar al final de la cuerda con la vajilla completa, nos estresamos y sudamos la gota gorda cuando algún plato peligra y seríamos capaces de caer al vacío antes de que uno de los platos lo hiciera. Justamente ahí está el problema: cuando además, queremos cargar un montón de platos a la vez, los nuestros, los de nuestros hijos, los de nuestras parejas, los de nuestros padres, los de nuestros jefes, los de nuestros amigos, los de todo el mundo… Y hay que ser conscientes de que estamos jugando con nuestro propio equilibrio, es humanamente imposible. Al final de todo terminaremos ayudando a las Parcas a cortar la cuerda, o tendremos una caída tan estrepitosa que será imposible levantarse, además de tener todos los platos rotos encima.
Después les cuento por qué me gustan los trapecistas.
por Claudia C
2 comentarios:
Bueno, algunos platos se caen, no hay duda. Pero aún así, mucha gente nos da su aplauso, y seguimos nomás, hasta el final del show.
¡Saludos!
Debo confesar una visión un tanto fatalista de la función, perdón, de la vida, no exenta de optimismo por cierto (y con frecuencia de humor). Encuentro de escaso interés aquellos casos en los que no se caen los platos, y siempre me ha parecido más atrayente lo que sucede a partir del error, del problema; en otras palabras, nuestro mejor momento puede producirse precisamente cuando estamos ante la fractura irreparable, si algo hemos aprendido, y en ello radica la grandeza de la condición humana. Es por eso, entonces, que los seres más entrañables suelen ser los que están al otro lado del margen.
Publicar un comentario