No tenía planeado en ningún momento escribir algún tema que se relacionara directa o indirectamente con la política pero no podía dejar comentar la frase de un gran amigo en el que noté desilusión cuando uno de los autores de sus “querencias” había cometido (digamos) un error político.
De esos errores hay muchos, algunos según cuentan los conocedores han llegado a costar hasta el mismo Premio Nóbel. Borges fue un caso, mientras una tarde reclamaba los derechos de las Madres de Plaza de Mayo, al día siguiente Pinochet lo condecoraba. Por otro lado, tenemos a García Márquez es íntimo amigo de Fidel, Vargas Llosa patinó en su candidatura a la presidencia, Gunther Grass ni se diga.
Yo no voy a hablar de los escritores, hablaré de los lectores.
Es increíble cómo tendemos a endiosar a aquellos seres privilegiados de la pluma y peor aún, nos convertimos en sus peores jueces porque no tienen ningún derecho a “herir” la susceptibilidad de sus lectores. ¡Qué se habrán creído!
Por ejemplo, conozco gente (y en la universidad abundaban) que si eran de derecha no leían autores sucios izquierdistas (usar tono de desprecio, por favor) y de más decir, que si eran de izquierda resultaba siendo un asco leer a los fachos de m…
Particularmente nunca me he fijado en la bandera política de ningún autor antes de leer su obra. Y aunque probablemente a veces la conociera de antemano, puedo trazar una línea divisoria si de buena calidad se trata. También es cierto que a veces es inevitable percibir cierto sesgo en sus producciones, pero efectivamente resulta obvio, está en su esencia.
Esto me lleva a pensar en que debe existir gente que ha “sepultado” a varios autores por esas razones, que se ha perdido el hecho de disfrutar algunas buenas obras por razones políticas, muy alejadas dicho sea de paso de las estéticas.
Recuerdo a un brillante profesor alemán que tuve en la universidad que repetía a cada rato que la literatura al ir de la mano con la historia (hacen un buen matrimonio por cierto) se movía como un péndulo: a veces a la izquierda y a veces a la derecha. Tan simple como eso.
No sé si será igual, pero es como marginar a alguien de tu círculo social por sus ideas políticas, o porque tengas un hermano “rojo” no tienes por qué criticarlo todo el día: ¿con qué derecho? o ¿con el de la Derecha….? ¿con el de la Izquierda? O dejarle de hablar a un amigo porque votó por el candidato diferente al tuyo, o porque no tiene tu mismo credo….
Cuidado, tanto en la literatura como en la vida real hay que distinguir entre la gente (amigos, familiares, autores) que nos gusta tener a nuestro lado y los correligionarios.
De esos errores hay muchos, algunos según cuentan los conocedores han llegado a costar hasta el mismo Premio Nóbel. Borges fue un caso, mientras una tarde reclamaba los derechos de las Madres de Plaza de Mayo, al día siguiente Pinochet lo condecoraba. Por otro lado, tenemos a García Márquez es íntimo amigo de Fidel, Vargas Llosa patinó en su candidatura a la presidencia, Gunther Grass ni se diga.
Yo no voy a hablar de los escritores, hablaré de los lectores.
Es increíble cómo tendemos a endiosar a aquellos seres privilegiados de la pluma y peor aún, nos convertimos en sus peores jueces porque no tienen ningún derecho a “herir” la susceptibilidad de sus lectores. ¡Qué se habrán creído!
Por ejemplo, conozco gente (y en la universidad abundaban) que si eran de derecha no leían autores sucios izquierdistas (usar tono de desprecio, por favor) y de más decir, que si eran de izquierda resultaba siendo un asco leer a los fachos de m…
Particularmente nunca me he fijado en la bandera política de ningún autor antes de leer su obra. Y aunque probablemente a veces la conociera de antemano, puedo trazar una línea divisoria si de buena calidad se trata. También es cierto que a veces es inevitable percibir cierto sesgo en sus producciones, pero efectivamente resulta obvio, está en su esencia.
Esto me lleva a pensar en que debe existir gente que ha “sepultado” a varios autores por esas razones, que se ha perdido el hecho de disfrutar algunas buenas obras por razones políticas, muy alejadas dicho sea de paso de las estéticas.
Recuerdo a un brillante profesor alemán que tuve en la universidad que repetía a cada rato que la literatura al ir de la mano con la historia (hacen un buen matrimonio por cierto) se movía como un péndulo: a veces a la izquierda y a veces a la derecha. Tan simple como eso.
No sé si será igual, pero es como marginar a alguien de tu círculo social por sus ideas políticas, o porque tengas un hermano “rojo” no tienes por qué criticarlo todo el día: ¿con qué derecho? o ¿con el de la Derecha….? ¿con el de la Izquierda? O dejarle de hablar a un amigo porque votó por el candidato diferente al tuyo, o porque no tiene tu mismo credo….
Cuidado, tanto en la literatura como en la vida real hay que distinguir entre la gente (amigos, familiares, autores) que nos gusta tener a nuestro lado y los correligionarios.
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