martes, noviembre 17, 2009

Arengas


Hoy desperté recordando esas viejas arengas que hacíamos en las barras colegiales para alentar a nuestro equipo. Debe haber sido el frío actual y las ganas de quedarme en la cama lo que hicieron que mi memoria viajara a los lejanos años de primaria en donde apoyando a mi salón gritábamos con efervescencia: ¡a la bim/ a la bam/ a la bim bom bam/ X ganará!

Luego, en los partidos de Básquet –los de ADECORE los recuerdo como si fuera ayer- con otros colegios, estas eran mucho más planificadas. Gritábamos al unísono para hacernos sentir y seguramente los contendores no dejaban de hacer su parte. No sé si para bien o para mal (del elemento masculino) nunca vi “cheerleaders” que con pompones y uniformes especiales dirigieran a esta masa de escolares desbocados que vociferaba: ¡Salgan de la cancha/ que estamos entrenando!

Sin embargo, las hay simples: ¡Perú, Perú!; infantiles: ¡Araña, araña/ “B” no se baña!; agresivas: ¡llora, llora cagón! –por citar una suave y medianamente presentable en el blog-.

Alentamos a nuestros amigos, a nuestro equipo (aunque hace 28 años no vayamos a ningún mundial), insultamos al contrario. Alentamos a nuestros hijos aunque jueguen con los pies amarrados o sea un “master” en la cancha. Forma parte de nuestras vidas.

El camino está lleno de arengas, de palabras que nos motivan a continuar en la lucha y seguir adelante. Las palabras de aliento o aquellas en las que se destroza a quien nos ha hecho daño o están por hacernos algún punto en contra (es verdad, seamos honestos): ¡tú vas a poder con eso!; ¡te apuesto que ahora se está retorciendo por lo que te hizo!

Los seres humanos necesitan una barra que lo observe y lo aliente, pues es la mejor vitamina para la autoestima. Necesitan unas palabras de aliento aunque ese día las cosas no estén saliendo bien, aunque parezca que los astros y el mundo entero se hubieran conjugado para conducirnos al fracaso.

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