domingo, febrero 17, 2008

Al tirar de la carreta

Las grandes discusiones que tenemos en la vida suelen partir a veces, de orígenes minúsculos que tal vez en otras circunstancias, o con otras personas no alcanzarían tremendas dimensiones.
Pasa como dije algunas vez, que la maldita memoria femenina suele jugar malas pasada y alguna tontería (lo admito) que carece de valor, alimentada con el tiempo, el rencor y la memoria es capaz de crear estragos -a veces irreconstituibles- en una relación (leáse de amistad, léase de pareja, léase filial).
Uno de los campos más fértiles en donde las discusiones encuentran lugar para divertirse a su antojo es la educación de los hijos. Aquí empiezo de nuevo a entrar en terreno minado y peligroso porque de hecho más de uno se podrá sentir identificado y por ende... ofendido con lo que diga. Lo siento, pero es verdad.
Cuántas veces ha ocurrido que un padre/madre le hace algún comentario o da una orden a su hijo/a y su pareja lo mira con cara de total desaprobación, esa mirada que se traduce en : Cómo se te puede ocurrir haber dicho/ hecho tal burrada? U otra que es más común, el hecho de llamar eternamente la atención a los chicos por algo que no es tan grave y la pareja en cuestión te mira como diciendo: No te cansas de jorobar al pobre chico con el mismo tema? o su versión más directa Por qué no lo dejas en paz?
Ahí pues surge el gran problema, se forman los equipos. Uno de los miembros de la pareja es el malo y otro hace migas con la criatura en cuestión.... Una dinámica taaaaaaaaaaaaaaaaaaan familiar, taaaaaaaaaaaaaaaaan común, taaaaaaaaaaaaaaaan cotidiana. No obstante, justamente esa "normalidad" condiciona que tengamos adolescentes confusos, con límites blandos. Adolescentes que no saben que un NO es un NO. Adolescentes que resientan la autoridad de sus propios padres. A ello, podemos agregarle lo que una gran amiga me comentaba que la relación de pareja se resiente porque estamos diciendo todo el día "tú haces tal y tú no haces cual" (madre y padre, normalmente). Peor aún, si los padres viven separados, ocurre que a veces (ojo que no estoy generalizando ni prejuzgando) el que vive con la criatura (y generalemente educa) es el malo de la película y otro, el que visita es el permisivo, el cariñoso...
La educación de los hijos termina siendo un problema de muchas aristas, pues cada miembro de la pareja cree tener la fórmula perfecta que se basa en esta premisa: a mí me criaron así y no salí muy mal que digamos.... Y no nos damos cuenta de que salimos hasta las huevas (sorry) y queremos repetir el mismo modelo en nuestros hijos pensando que es el mejor...y así surge la imagen de unos padres tirando la carreta para cada lado y convirtiendo a los chicos en una suerte de Túpac Amaru...
Hay que hacer el intento de calibrar nuestras brújulas, y que ambas (la de padre y madre) se dirijan al mismo Norte, pues que se orienten con una dirección personal es un gran peligro.

1 comentario:

Anónimo dijo...

"Hacia dónde remamos" efectivamente esa es la cuestión. Tal parece que no hay capitán, el cielo está nublado y no vemos el norte (cuál es el norte?). Ante una variedad de modelos culturales tanto los adolescentes, como los propios padres estamos un tanto perdidos. La legitimidad de una norma en la que se justifica en que "porque es pecado" o "porque lo digo yo" es algo trasnochado. Un adolescente inteligente se da cuenta de todo esto. El que sigue sin rechistar las normas de sus padres, también ojo, sus padres le están marcando todas las opciones y él no tiene el valor para pensar en las propias. En todas estas contradicciones -por otro lado, propias de la vida- que se hacen presente en momentos de "crisis" (digamos replanteamientos personales y familiares)no queda otra que dar el mensaje de que "este barco es seguro", "tu puedes volar poco a poco más lejos tanteando hacia dónde veas tierra firme" y siempre, aunque no lo parezca, "somos del mismo equipo", por tanto, con idas y vueltas, titubeos, estamos remando para el mismo lado. De lo contrario nos quedamos "enpuntomuerto". Algo, por lo demás, que no está mal, pues a veces conviene reconsiderar el camino.
Laly