para los amigos que gané en esos tiempos
porque están siempre en mi corazón...
Cuenta la tradición que Homero fue un rapsoda: un poeta ambulante que recitaba de memoria epopeyas. Cuenta la tradición que era el mejor. Cuenta la tradición que alguien muchos lustros después de la muerte del poeta comprendió que la memoria es traicionera, que los rapsodas que seguían la escuela del gran Homero terminarían contaminando o peor aún, perdiendo el texto oral y tuvo la gran idea de mandar a ponerlo por escrito.
En los 80’s tuve la suerte de conocer a un Homero contemporáneo. Alguien que contaba unas historias extraordinarias sobre un personaje único e irrepetible: la hija del Marqués Gobernador. No había nadie que supiera contarlas mejor. Destacaba además, que en muchas de ellas había sido fiel testigo de las aventuras de nuestra protagonista. Destaca que era un gran historiador. Mario era el mejor.
Hoy, y no sé por qué hoy, me siento en el deber de no permitir que por lo menos, algunas de esas historias se pierda. La maldita muerte se llevó a uno de mis mejores amigos hace unos años atrás y no ha habido nadie como él que sea capaz de contarlas con su peculiar estilo, saboreando cada palabra, gozando con cada anécdota y riendo a carcajada abierta cuando lo hacía.
Rapsodia 1:
La hija del Marqués Gobernador era profesora y tutora en una prestigiosa academia preuniversitaria. Un día tenía que entregar los informes semanales que indicaban a los padres cómo iban los resultados de la preparación de sus hijos. La susodicha llegó con el optimismo que la caracteriza hasta el día de hoy, feliz, y abriendo sus brazos con mucho entusiasmo les dijo: Chicos, aquí están los informes! Acto seguido, los documentos que se encontraban en su mano derecha salieron –por algún azar del destino- volando por la ventana (4to piso) para decorar como borlas navideñas el viejo árbol que ayudaba a refrescar las tardes veraniegas.
Rapsodia 2:
La hija del Marqués Gobernador caminaba despreocupadamente por la calle percatándose un poco tarde de que la vereda estaba en reparación: un obrero de construcción civil emparejaba el cemento de está. La protagonista de la historia sufrió un pequeño tropezón y no encontró mejor punto de apoyo que….. el culo del obrero que estaba literalmente en cuatro patas. Acto seguido, el obrero volteó y con la emoción del caso le dijo: ¡Ven pa’caaaa, mamita!!!!!
Rapsodia 3
La hija del Marqués Gobernador se hizo bombera. En cierta ocasión, había muerto uno de los fundadores de la Bomba a la que ella había ingresado. Por cuestiones de la vida, mientras llevaban el ataúd hacia su santa sepultura sobre los hombros de los compañeros, ella acompañaba a la viuda llevando en sus manos un cojín con el casco del muertito. (Aclaro que ella estaba vestida de pies a cabeza de bombera.) Resulta, que la viudita ya entrada en años lloraba a mares y nuestra protagonista dudaba, si consolarla con un cálido abrazo o mantener con elegancia el susodicho cojín sobre sus manos. Sin embargo, calculó que podía manejar la situación… lo que no calculó fue que cuando se volteó para abrazar a la señora el casco que ELLA tenía en la cabeza iría a parar con un golpe seco a la cabeza de la pobre viuda. Acto seguido: la viuda se desmayó.
Esto es una muestra, de hecho hay miles de historias más protagonizadas por la hija del Marqués Gobernador y relatadas otrora por Mario. Seguramente mis amigos de la Trener tendrán en su memoria con otros datos, en otras versiones y las contarán con otro estilo. Ahí radica la riqueza de la tradición oral justamente.
En los 80’s tuve la suerte de conocer a un Homero contemporáneo. Alguien que contaba unas historias extraordinarias sobre un personaje único e irrepetible: la hija del Marqués Gobernador. No había nadie que supiera contarlas mejor. Destacaba además, que en muchas de ellas había sido fiel testigo de las aventuras de nuestra protagonista. Destaca que era un gran historiador. Mario era el mejor.
Hoy, y no sé por qué hoy, me siento en el deber de no permitir que por lo menos, algunas de esas historias se pierda. La maldita muerte se llevó a uno de mis mejores amigos hace unos años atrás y no ha habido nadie como él que sea capaz de contarlas con su peculiar estilo, saboreando cada palabra, gozando con cada anécdota y riendo a carcajada abierta cuando lo hacía.
Rapsodia 1:
La hija del Marqués Gobernador era profesora y tutora en una prestigiosa academia preuniversitaria. Un día tenía que entregar los informes semanales que indicaban a los padres cómo iban los resultados de la preparación de sus hijos. La susodicha llegó con el optimismo que la caracteriza hasta el día de hoy, feliz, y abriendo sus brazos con mucho entusiasmo les dijo: Chicos, aquí están los informes! Acto seguido, los documentos que se encontraban en su mano derecha salieron –por algún azar del destino- volando por la ventana (4to piso) para decorar como borlas navideñas el viejo árbol que ayudaba a refrescar las tardes veraniegas.
Rapsodia 2:
La hija del Marqués Gobernador caminaba despreocupadamente por la calle percatándose un poco tarde de que la vereda estaba en reparación: un obrero de construcción civil emparejaba el cemento de está. La protagonista de la historia sufrió un pequeño tropezón y no encontró mejor punto de apoyo que….. el culo del obrero que estaba literalmente en cuatro patas. Acto seguido, el obrero volteó y con la emoción del caso le dijo: ¡Ven pa’caaaa, mamita!!!!!
Rapsodia 3
La hija del Marqués Gobernador se hizo bombera. En cierta ocasión, había muerto uno de los fundadores de la Bomba a la que ella había ingresado. Por cuestiones de la vida, mientras llevaban el ataúd hacia su santa sepultura sobre los hombros de los compañeros, ella acompañaba a la viuda llevando en sus manos un cojín con el casco del muertito. (Aclaro que ella estaba vestida de pies a cabeza de bombera.) Resulta, que la viudita ya entrada en años lloraba a mares y nuestra protagonista dudaba, si consolarla con un cálido abrazo o mantener con elegancia el susodicho cojín sobre sus manos. Sin embargo, calculó que podía manejar la situación… lo que no calculó fue que cuando se volteó para abrazar a la señora el casco que ELLA tenía en la cabeza iría a parar con un golpe seco a la cabeza de la pobre viuda. Acto seguido: la viuda se desmayó.
4 comentarios:
Y faltó la del incendio (provocado)de su tina (¡siendo bombera!) y sus infructuosos intentos por abrir la grifería que (como es lógico) estaba al rojo vivo (¡Está que quema, como diría Raúl Maraví). Y grande Marito en el recuerdo. Salve Pollito Crudo.
Otras mas para añadir:
- aprendiendo a manejar en el tunel de La Herradura, que termino mandando a su hermana al hospital y encima metiendole juicio a Rosita.
- el loco que le metio un cachetadon en la Bolivar.
- cuando le pidio al Cholo Rios que la jale: "Cholo, me tiras por el camino?".
- cuando fue con el Cholo Rios a buscar a un alumno a Villa El Salvador y termino empujando el carro
Grande Rosita, y grande Marito!!
Gracias...yo tambien extranho a Mario.
Hola,
Yo no conozco a las personas de las que hablas. Pero me gustó mucho el recuerdo que tienes. De los dos hablas con amor y risas, es una linda combinación, no?
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