He estado pensando en los curitas, pobres hombres de Dios, a raíz de dos episodios de los que he sido testigo indirecta.
El otro día viendo (esperando en Movistar) uno de esos videos hechos en casa, el capítulo que me tocó era sobre anecdóticas ceremonias matrimoniales. Hubo uno en particular que realmente me hizo reír: la novia a la hora de comulgar no tuvo suerte y la hostia se deslizó suavemente por su escote, miren ustedes a dónde fue a parar “el cuerpo de Cristo”. Acto seguido, ella trataba de sacársela ante la mirada inquisitorial, apurada y tensa del sacerdote que no hacía más que mirar ahí mismo para ver si el susodicho “cuerpo” lograba salir airoso de la situación.
De más decirles que el cura decidió tomar al toro por las astas y resolver el asunto “ipso facto” por lo que él mismo pretendió meter la mano ahí: en el mero mero escote. No obstante, desde el primer intento el pobre hombre de Dios se vio frustrado gracias a tremendo manazo que le acertó la novia diáfana, pura y verdadera.
El sábado pasado televisaron la boda de Juan Diego Flórez, una suerte de Príncipe Carlos Cholo y su novia Julia. El cuento es que el vestido de novia, tenía un escote (para mí normal) que para muchas señoras de la tercera edad resultaba un poco como que muy excesivo. Sobre todo si tomamos en cuenta que la ceremonia era en la Catedral de Lima y los casaba nada más y nada menos que el súper dúper sacro santo Arzobispo de Lima don Juan Luis…
Entonces, me puse a pensar: ¡Qué injusta es la vida con estos pobres hombres! Ellos que han hecho voto de castidad y cada sábado al menos una novia pura diáfana y verdadera se les aparece con un vestido cuyo escote sugiere provocativamente el camino hacia el pecado… las chichis, las juanas, las bubis, llámenlas como quieran, las tienen ahí: directo, sin escalas, al alcance de la mano. Son tentación… son tentación .. y la verdad es que con maldad en nombre de los fashion. O sea, es como que al diabético te lo llevas a la Fábrica de Willy Wonka! ¡ Un exceso!.
Ahora bien, creo que al fin y al cabo en el caso de las novias puras diáfanas y verdaderas podría disculparse…. Pero han visto cómo van ciertas damiselas a la Iglesia, bien ricas y apretaditas, too much…. Y obviamente no lo digo porque yo sea conservadora, puesto que la gente puede vestirse como su real gana se le dé… lo que ocurre que estos pobres hombres terminan haciendo un esfuerzo sobrehumano al impartir el sacro santo sacramento… un poco de respeto, ¿no?
El otro día viendo (esperando en Movistar) uno de esos videos hechos en casa, el capítulo que me tocó era sobre anecdóticas ceremonias matrimoniales. Hubo uno en particular que realmente me hizo reír: la novia a la hora de comulgar no tuvo suerte y la hostia se deslizó suavemente por su escote, miren ustedes a dónde fue a parar “el cuerpo de Cristo”. Acto seguido, ella trataba de sacársela ante la mirada inquisitorial, apurada y tensa del sacerdote que no hacía más que mirar ahí mismo para ver si el susodicho “cuerpo” lograba salir airoso de la situación.
De más decirles que el cura decidió tomar al toro por las astas y resolver el asunto “ipso facto” por lo que él mismo pretendió meter la mano ahí: en el mero mero escote. No obstante, desde el primer intento el pobre hombre de Dios se vio frustrado gracias a tremendo manazo que le acertó la novia diáfana, pura y verdadera.
El sábado pasado televisaron la boda de Juan Diego Flórez, una suerte de Príncipe Carlos Cholo y su novia Julia. El cuento es que el vestido de novia, tenía un escote (para mí normal) que para muchas señoras de la tercera edad resultaba un poco como que muy excesivo. Sobre todo si tomamos en cuenta que la ceremonia era en la Catedral de Lima y los casaba nada más y nada menos que el súper dúper sacro santo Arzobispo de Lima don Juan Luis…
Entonces, me puse a pensar: ¡Qué injusta es la vida con estos pobres hombres! Ellos que han hecho voto de castidad y cada sábado al menos una novia pura diáfana y verdadera se les aparece con un vestido cuyo escote sugiere provocativamente el camino hacia el pecado… las chichis, las juanas, las bubis, llámenlas como quieran, las tienen ahí: directo, sin escalas, al alcance de la mano. Son tentación… son tentación .. y la verdad es que con maldad en nombre de los fashion. O sea, es como que al diabético te lo llevas a la Fábrica de Willy Wonka! ¡ Un exceso!.
Ahora bien, creo que al fin y al cabo en el caso de las novias puras diáfanas y verdaderas podría disculparse…. Pero han visto cómo van ciertas damiselas a la Iglesia, bien ricas y apretaditas, too much…. Y obviamente no lo digo porque yo sea conservadora, puesto que la gente puede vestirse como su real gana se le dé… lo que ocurre que estos pobres hombres terminan haciendo un esfuerzo sobrehumano al impartir el sacro santo sacramento… un poco de respeto, ¿no?
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