miércoles, abril 02, 2008

Pare de sufrir (parte I)

En mi diario caminar voy confirmando que los seres humanos disfrutamos más cuanto más sufrimos. Es una suerte de masoquismo emocional que se va confirmando en el día a día, y es más: se celebra, se aplaude, se predica por calles y plazas.
Ustedes seguramente pensarán que estoy más equivocada que nunca, pero no es así. En verdad os digo. Lo que ocurre es que hoy se me ocurrió poner el dedo en la llaga, porque además a todos nos encanta.
¿Se han dado cuenta, que ahora competimos por quién sufre más? Es decir, nadie tiene más problemas que yo, nadie sufre más yo, es a mí a quien la vida ha golpeado más que a ti, si supieras por cuánto he pasado, tú no sabes lo que he vivido yo, es que los dolores de cabeza que me dan a mí, no le dan a nadie… ¿les ha sonado conocido, o no?
Un ejemplo tonto, tontísimo: típica desgracia de la vida…. “imagínate que anoche no dormí nada porque mi hijito se la pasó tosiendo” no falta alguien que la haya pasado peor: ¡Ay! Eso no es nada, mi hija tenía 45 grados de fiebre y terminé en la clínica…. O sea: te cagó…. Porque claro tú que querías compartir tu desgracia para que los demás te quisieran un poquito más…. Zas! Viene un(a) tarado(a) y cuenta una historia peor/mejor… mucho peor/mejor que la tuya. Y eso, que el ejemplo que he puesto es una tontería…
Es que tenemos TODOS y TODAS tenemos algo de vocación de sufrientes de Santas Rositas limeñas y de cuanto mártir haya en el mundo. Existe, por un lado, una enfermiza necesidad por inspirar lástima, necesidad por recibir el abrazo solidario del resto. Por otro lado, una quasi demanda a que admiren el estoicismo con que aguantamos de manera casi vallejiana los golpes de la vida. Tal vez todo se reduzca fácilmente al sinnúmero de necesidades que cargamos: de afecto, de atención, de compasión.
Estamos tan bombardeados de cosas malas, periódicos, televisión, historias trágicas, rollos personales, stress, que nos terminamos enredando en lo mismo y compitiendo por ver quién es el primero en llevarse la mochila más cargada de penas y tragedias. ¿Se han dado cuenta? Competimos con los males del mundo, nos tenemos que someter al juicio de la opinión pública que cada vez está más curtida ante sufrimiento de toooooooooda la humanidad.
Sin decirlo, pues es inconfesable, sentimos un prurito de satisfacción cuando la gente nos dice: pobre... pucha, cómo te habrás sentido… qué pena…. etc. etc. etc.
Sin decirlo, pues es inconfesable, sentimos una inmensa frustración cuando sólo nos esbozan un gesto que encierra un mensaje de “ya me conozco todas tus tragedias, no gastes saliva”. Porque de vez en cuando, nos encontramos con alguien que nos hace el “ampay”, y sabe en el fondo, muy en el fondo, que el sufrimiento no es tan terrible…o que, hablando en serio, hay gente MUCHISIMA gente que la pasa mucho peor, o que con las justas…. la pasa y además ni se le ocurre predicarlo por calles y plazas.
Hablando de Vallejo, conozco algunos que serían felices parafraseando al poeta cuando alguna vez dijo: yo nací un día en que Dios estuvo enfermo. Pero el poeta peruano, los ganó: es un aguafiestas.

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