lunes, abril 25, 2011

¡Viva Barney! (de Vida en el aula)


Hay límites que definitivamente cuesta establecer, y no estoy hablando de límites de disciplina ni de nada que se le parezca. Límites que son casi invisibles, límites que se confunden con el deber y el amor. Esos límites son bien confusos para quienes somos padres, porque me queda claro una vez y otra vez: somos, en una gran parte, artífices de lo que nuestros hijos muestran en el día a día. Una de las cosas que me llama la atención hace años, por ejemplo, es la falta de cortesía de los chicos. Ceder asiento, dejar pasar al adulto primero, saludar, decir gracias, pedir por favor. Las reglas básicas de convivencia, que no tiene por qué llegar a los niveles de nuestro recordado Carreño van desapareciendo para dejar lugar a la prepotencia y malacrianza (gran palabra, por cierto). Llama la atención ahora, esos detalles de alumnos que saben decir: buenos días y gracias. Detalle que el otro día señalaba una colega: ¿alguna vez han contado cuántos alumnos los saludan cuando se cruzan en la mañana con ustedes en el patio? Reflexión inmediata: saludarán a sus padres al levantarse, al acostarse, agradecerán el desayuno en casa, a quien les ordena el cuarto, el regalo, el dinero.... No... tenemos una generación que EN SU MAYORIA sienten que se lo merecen todo, que aquello que tiene cae del cielo y por tanto... no tiene valor. Del mismo modo, tampoco entonces tienen valor aquellas personas que están aldedor suyo y que merecen ciertas actitudes de cortesía mínima. En el grupo social al que pertenece un gran grupo de ustedes, lectores, recordamos todavía las lecciones de Barney y sus "good manners"... y seguramente insistimos mucho en que nuestros hijos replicaran como letanías el por favor, el gracias y los buenos días... Y seguramente, los que leen esto no tienen problemas con sus hijos en esos aspectos... ¿Cómo haríamos? Porque de hecho, Carreño y de paso Frida Holler se cortarían las venas...

lunes, abril 18, 2011

Una pequeña historia...


Cuando yo estaba en 2ndo de media, año 1977, recuerdo que tenía un profesor de Ciencias bastante bueno: "el Gálvez". Ahora que lo pienso, tuve suerte especialmente con dos profesores de ese curso "El Amauta Paredes" y este de quien les hablo.

El cuento es que teníamos que hacer un trabajo en grupo sobre algún tema vinculado a las Ciencias directa o indirectamente. Recuerdo, y seguramente mis compañeras de grupo que tal vez lean esto también lo hagan, que automáticamente escogimos la Medicina: era obvio. Al ser mi padre médico, tendríamos a mano todo aquello que nuestras podríamos necesitar y así sacarnos el único 20 que merecería la mejor presentación.

La memoria traicionera me trae al presente que al ser cinco las intregrantes debíamos dividir la exposición en la misma cantidad de temas importantes y destacables: Pediatría, Cirugía, Medicina Interna, Investigación Médica y nos faltaba uno... nos faltaba un tema. En ese momento, mi papá me dijo: Si quieres hacer un buen trabajo, tienes que hablar sobre la Medicina Preventiva. Yo no tenía la menor idea de a qué se refería y él insistía y me explicaba que era muy importante tomar en cuenta esta área porque en el futuro se convertiría en un medio fundamental para salvar vidas, y que justamente las investigaciones médicas iban de la mano con la buena práctica de la prevención de enfermedades. A los 14 años, y en los años 70s qué me iba a imaginar cuán sabias eran sus palabras.

De más decirles que la exposición fue un éxito, tuvimos material quirúrgico, ropa de cirujanos (hasta los botines de tela), recuerdo haberme ido con él a un mercado por el Hospital Dos de Mayo a comprar un par de ranas para que luego nos explicara cómo descerebrarlas y abrirlas en clase para ver latir su corazón. Las clavamos en unos triplay con cuatro chinches... ahí lo dejo. Hoy me suena desencarnado y cruel, en ese momento: ¡adrenalina pura! ¡Hoy no tocaría una rana ni por todo el oro del mundo! ¡Qué asco!

Hoy, las palabras de mi padre me zumban en la cabeza. Tengo tantas historias cercanas, algunas que aunque siendo muy dolorosas resultaron exitosas, en las que gracias a la Medicina Preventiva se han salvado tantas vidas. No es que sea una especialidad, es un deber que tenemos de cuidarnos, para nosotros, para los demás. Especialmente si tenemos la suerte de contar con un sistema de salud particular, no hay excusa para dejar que "la pelona" haga de las suyas cuando le dé la gana, o al menos nos dé un buen susto.

Recuerden: en el futuro se convertiría en un medio fundamental para salvar vidas...

domingo, abril 10, 2011

Para pensar en el presente...

Es de noche, y veo los resultados de la primera vuelta de las Elecciones Presidenciales... no sé por qué me vinieron a la cabeza unas palabras leídas y releídas varias veces a lo largo de mis años de docencia en "El zorro de arriba y el zorro de abajo". A la vez, palabras más actuales, el discurso de Vargas LLosa en la Ceremonia de Premiación del Nobel... De ambos les recuerdo un par de fragmentos. Si no los han leído nunca, háganlo: creo que vale la pena.

Vale la pena reflexionar sobre ellos, con ellos...

"Despidan en mí un tiempo del Perú. He sido feliz en mis llantos y lanzasos, porque fueron por el Perú; he sido feliz con mis insuficiencias porque sentía el Perú en quechua y en castellano. Y el Perú ¿qué? todas las naturalezas del mundo en su territorio, casi todas las clases de hombres. (...) Y ese país en que están todas las clases de hombres y naturalezas yo lo dejo mientras hierve con las fuerzas de tantas sustancias diferentes que se revuelven para transformarse al cabo de una lucha sangrienta de siglos que ha empezado a romper, de veras, los hierros y tinieblas con que los tenían separados, sofrenándose. Despidan en mí un tiempo del Perú cuyas raíces estarán siempre chupando jugo de la tierra para alimentar a los que viven en nuestra patria, en la que cualquier hombre no engrilletado y embrutecido por el egoísmo puede vivir, feliz todas las patrias." JMA



"Un com­pa­triota mío, José María Argue­das, llamó al Perú el país de “Todas las san­gres”. No creo que haya fór­mula que lo defina mejor. Eso somos y eso lle­vamos den­tro todos los perua­nos, nos guste o no: una suma de tra­di­cio­nes, razas, creen­cias y cul­tu­ras pro­ce­den­tes de los cua­tro pun­tos car­di­na­les. A mí me enor­gu­llece sen­tirme here­dero de las cul­tu­ras prehis­pá­ni­cas que fabri­ca­ron los teji­dos y man­tos de plu­mas de Nazca y Para­cas y los cera­mios mochi­cas o incas que se exhi­ben en los mejo­res mus­cos del mundo, de los cons­truc­to­res de Machu Pic­chu, el Gran Chimú, Chan Chan, Kue­lap, Sipán, las hua­cas de La Bruja y del Sol y de la Luna, y de los espa­ño­les que, con sus alfor­jas, espa­das y caba­llos, tra­je­ron al Perú a Gre­cia, Roma (...). Si escar­ba­mos un poco des­cu­bri­mos que el Perú, como el Aleph de Bor­ges, es en pequeño for­mato el mundo entero. ¡Qué extra­or­di­na­rio pri­vi­le­gio el de un país que no tiene una iden­ti­dad por­que las tiene todas!" MVLL

lunes, marzo 28, 2011

Los tiempos de mi adolescencia -parte 1-


Llegué al maravilloso año 1980 para cumplir 17 años y terminar el colegio. El periodo intenso de la adolescencia antes era más real... quiero decir que a los 18 la vaina se acababa. Ello debido a que a esa edad el juego de ser adultos nos lo tomábamos un poquito más en serio. Uno estudiaba hasta los 22-23 y ya con tu título... buscabas chamba (si ya no la tenías de antes) y si andabas comprometido por ahí que te casabas alrededor de los 25. Ahora los de 25 se siguen portando como de 15... eso es otro cantar (algunos de 50, también... por cierto).

Aquí empieza una serie de cortos recuerdos...

* Los jeans:

Como no habían cosas importadas, de ningún tipo. Los lugares donde comprábamos ropa no eran como que "wuau". Casi todas nos vestíamos igualitas, y la moda era tan marcada que tratábamos de imitar a los íconos que iban apareciendo en la tele: Farah, la mejor de todas. Existían las tiendas grandes como Sears, Oeschle el verídico, Lady Consul, Jossy, Scala y ciertas boutiques que marcaban una diferencia importante: Buca, Crevani, Casa Marcos... una de mis favoritas.


Los jeans, como siempre, destacaban las formas de nuestros cuerpos, porque éramos recontra más formadas de la cintura para abajo -ahora las chibolas tienen harta teta y son unos palos vestidos, Evo diría que son las hormonas del pollo- Como no podías comprarte un Levi´s, habían Belton´s, Mercedes Márquez, Lee, Tracks. Me acuerdo cuando una tía me regaló (especialmente me lo compró en Miami) un jean Jordache (cabecita de caballo) me sentí ya no ya!

Ahora bien, como suele ser: costo/beneficio. Las telas de estos jeans eran más duras que lona de carpa de Agua Dulce y no estiraban naaaaaaaaaaaaaaada, NADA! Para ponértelo cada una tenía su propia técnica y aquí comparto algunas conocidas: a) tirar el jean contra la pared varias veces en operación "ablandamiento", b) ponerte talco en las piernas, especialmente en las ricotonas caderas, para que "corra" y suba con mediana comodidad; c) evidentemente echarte sobre la cama para que todo el mondongo que había subido a la hora de ponértelo permitiera subir el cierre.

Una vez que habíamos utilizado alguna de estas técnicas o todas (que era mi caso) entonces algún ángel de la guarda que pasaba por ahí te ayudaba a pararte... tus piernas se habían convertido en un abrir y cerrar de ojos, en un par de palos de madera y el tiro del pantalón estaba en evidente postura violadora. Tengo una amiga, que en el colmo de esta última situación, se ponía con ESE jean que tanto le gustaba y le apretaba de madre, una toalla higiénica a manera de amortiguador.
En fin chicas, memoria larga, historia corta... cada una tendrá la suya propia con este tema.



martes, marzo 22, 2011

Sentada en la carpeta (de Vida en el aula)


Un buen amigo de mis tiempos escolares me sugirió escribir sobre este tema: Tu sensación de exalumna / recuerdo de alumna. ¿Te ves (te crees ver) en alguna de tus alumnas? ¿Te ves muy diferente?

Aquí mis reflexiones.

Cuando estoy parada del otro lado de mi escritorio (pupitre –palabra en desuso-) y hago un esfuerzo por recordar cómo me sentía en mi rol de chiquilla y cómo veo ahora a quienes ocupan un lugar similar en el salón de clase, confieso que tengo que hacer un ejercicio mental de interiorización que resulta divertido, complejo y hasta doloroso.

Al igual que mis alumnos estuve en un colegio mixto, y al igual que ayer veo que los sentimientos de desorientación están latentes, son los mismos pero viven otro entorno. Pero al decir parecidos, yo misma dudo porque el origen de esas desorientaciones, angustias y miedos pueden ser diferentes. ¿En qué nos parecemos? En querer pasar por encima del límite, en creer que somos la última chupada del mango y nos sentimos con la capacidad de tomar decisiones recontra inteligentes.

Las chicas somos iguales cuando no sabemos qué ponernos, amargarnos cuando nos vino la regla el fin de semana que no debía y hacer de cada detalle insignificante una tragedia en nuestra vida. Verán que las mujeres de adultas no cambiamos mucho. No obstante, ahora siento más fuerte el sentimiento de "mírenme, aquí estoy". Todas quieren ser únicas: todas son iguales. Se des-cubren más, tienen más senos (¿serán las hormonas, serán los sostenes, será el material más strech?), creo que un 99.99 % tienen pelo largo, laaaaaaaaaaaaaargo, tienen un problema con su cuello dado que mueven la cabeza de un lado al otro mientras su cabellera sigue el ritmo... para nosotras era "cha.. qué bebe..." para ellas es: "ya pueeeeeeeeeeeeées" (chequear dónde he pueste la tilde). Los chicos no se quedan atrás siendo similares a lo que yo veía en mi amigos, toman a escondidas como cosacos volviéndose hombres por un segundo, creyéndose los gallos del gallinero y tratando de mostrar que manejan sus hormonas como les da la gana… Tienen músculos mucho más desarrollados que los adolescentes de antaño y están MUCHO más pendientes de su aspecto físico.

Tanto chicas y chicos hablan de ropa, de nutricionistas, de quién les gusta, con quién gilean, de su vida social, de “reus”, de sus excesos, de sus reglas, pero entre todos, con todos y para todos. Usando una gama de vocabulario maravillosamente prolífica y sin distinción de ningún tipo. Sin embargo, ante sus padres su palabra baúl es: normal. Tienen una vida millones de veces más expuesta porque así lo han decidido: basta con mirar algún Facebook. Hay menos límite y quizás menos pudor –en el que a veces se cruza la raya con mayor facilidad- un límite que nosotros como padres no hemos logrado establecer con paciencia y sabiduría. Cuando este intento ha sido impositivo, no ha funcionado del todo. Estos chicos suelen reclamarlo todo... su capacidad argumentativa es enooooooooooooooorme. Eso no creo que haya cambiado mucho, pero ahora estamos al otro lado en el sistema comunicativo.

Las chicas son las mismas si las miramos desde dentro, siempre estará la comedida, la tímida, la mandada, la que chapa con varios y la que nunca ha chapado. La que ya se emborrachó más de una vez, la que miente descaradamente, la lorna, la que cubre a las amigas, la acusete. La que parece pero no es, la que es... y no parece. Al final, todas conflictivas de una u otra manera. Los chicos, por su parte también son los mismos si los miramos desde dentro, el matón, el que quiere pasar piola, el lorna, el débil que trata de mantenerse encubierto, el que quiere ser y no puede (conocido como el wannabe, existiendo la versión femenina), el churro que se sabe churro, el bueno, el lindo, el que se embomba en todas las reus…

Ellos no son los distintos, somos los padres de mis alumno que por millones de razones hemos tenido, que educar a nuestros hijos de manera más improvisada que planificada. Los cambios tecnológicos, el estilo de vida, y hasta la política económica a veces nos hace dudar de que si la regla que dimos ayer es la adecuada. La rapidez con la que vivimos nos trae abajo más de lo que nosotros como adultos podemos aceptar.

Sin embargo, rescato un detalle, si fuéramos distintos en esencia no nos veríamos ni por asomo reflejados en nuestros hijos, repitiendo los errores que nosotros cometimos y sobrellevando/ disfrutando de una de las etapas más conflictivas de vida.

martes, marzo 15, 2011

Marías vs Juanes/ Marías=Juanes


Esta reflexión parte del pedido de mi amiga Nuria, que es fan #1 de mi sección "María y Juan" y, a pesar de que no voy a ir por el lado que le había prometido - por ahora- creo que igual se congratulará con la siguiente idea.


Sobre la base de la lectura de unos libros de la psicóloga chilena (hoy, de moda) Pilar Sordo, preparé el año pasado una charla para mis alumnos de 3ero media. El objetivo era que los chicos y las chicas se dieran cuenta de que NO somos iguales. Hay en nuestra información genética diferencias fundamentales que no van a cambiar, y que justamente en el conocimiento de ellas se encuentra la aceptación del otro. La clase estaba llena de Juanes y Marías que a los 15 años y con las hormonas revueltas les falta mucho por vivir, y a pesar de haber enlistado algunas características que ellos aún no reconocen, las reconocieron en su entorno, especialmente en sus padres y adultos más cercanos...

1. Mientras María retiene todo, los problemas, los recuerdos, el papelito, la servilleta, el líquido acumulado en la celulitis, el rencor, ergo: retiene todo. "Porque todavía me acuerdo que hace cinco años, tres meses y cuatro días me dijiste que..." ¿suena conocido? (Véáse el Post: "La maldita memoria femenina". En cambio, Juan suelta todo, resuelve el problema y lo descarta, lo da por terminado. Sin embargo puede que no guarde "recuerditos" pero muchos tienen colecciones enormes de cosas inimaginables. (Yo tengo un Juan con harto de María en este aspecto).

2. María es multifocal, puede hacer mil cosas a la vez, hablar, pensar, tejer, ver televisión y encima echarle un ojo al hijo. Juan es monofocal, si ve TV el resto del mundo no existe. Ojo, que puede simular que le presta atención a lo que María dice... FALSO! Consejo: repetir de nuevo la escena cuando sea capaz CAPAZ de prestar atención.

3. Las Marías resolvemos nuestros conflictos hablando, dándole vueltas, compartiendo con otras Marías, analizamos... Los Juanes en cambio, resuelven sus conflictos en silencio y recién cuenta lo que les pasó cuando este ya esté resuelto. Es más, se perturban cuando María les insiste en : Amorcito, pero cuéntame que te pasa... Error garrafal: no va a contar, al menos en lo inmediato. Mejor es esperar. Lo interesante es cuando ELLOS toman la iniciativa de contarlo, eso ya es otra cosa. Curiosamente, las Marías ponemos cara de circunstancia para que él nos pregunte si nos pasa algo... y seguiremos con esa cara... porque son pocos los que preguntan... porque adivinen cuál será la respuesta en tono sufriente "...mmm nada, no me pasa nada". Obviamente, asume que efectivamente es así y no pregunta más...

4. Cuando tenemos una frustración (cólera) podemos llorar de la rabia. Los Juanes, como buenos que son... si no se controlan: pegan (a una pared, por ejemplo). Tengo un amigo que se rompió la mano en esta situación....

5. Cuando las Marías llegan a la adultez, suelen dejar de jugar: ¿se ve seguido a alguna adulta jugando jaxes, por ejemplo?. Ellos en cambio, siguen con sus partiditos de fútbol... por darles un ejemplo.

6. Las Marías, como indiqué hace unas semanas atrás tenemos la "insanía" de no saber valorarnos. De estar pendientes de lo que dicen de mí, de cómo luzco y encima minimizar las alabanzas. Los Juanes, auténticos, les llega altamente... son orgullosos per se. Si no, véase la imagen que acompaña este post. No saben cómo se rieron los chicos con esta imagen, y se escuchó a más de uno que dijo: Igualito a mi viejo!!!!!

De hecho, estoy es una generalización bien básica... pero está ahí, en nuestro disco genético, sea social, sea antropológico, sea genérico.... como quieran llamarlo. Igualmente, hay muchos Juanes con comportamientos de Marías porque la crianza de ciertas generaciones ha venido con cambios reales y tangibles; por otro lado, muchas Marías que han adquirido la practicidad de los Juanes, y curiosamente lo segundo creo que en parte esto es debido a que han ganado terreno en el área laboral y María sienten la EXIGENCIA de comportarse como Juan. ¿Costo/beneficio?

lunes, marzo 07, 2011

texto para pensar...


Mientras leo una novela me encuentro con el siguiente diálogo:

"-¿Por qué es tan difícil vivir en este país?

-A veces he pensado que es debido a que hemos dejado de zurcir los calcetines - le dijo.

Ella lo miró inquisitivamente.

-Lo digo en serio- siguió él-. Cuando yo era pequeño, era todavía un país en el que uno zurcía sus calcetines. Yo aprendí incluso en la escuela cómo se hacía. Luego un día, de pronto, se terminó. Los calcetines rotos se tiraban. Nadie remendaba ya sus viejos calcetines. Toda la sociedad se transformó. Gastar y tirar fue la única regla que abarcaba de verdad a todo el mundo, seguro que había quienes se empecinaban en remendar sus calcetines. pero a estos ni se les veía ni se les oía. Mientras este cambio se limitó sólo a los calcetines, quizás no tuviera mucha importancia. Eso se fue extendiendo. Al final se convirtió en una especie de moral, invisible pero siempre presente. Yo creo que eso cambió nuestro concepto de lo bueno y lo malo, de lo que se podía y lo que no se podía hacer a otras personas, todo se ha vuelto mucho más duro. Hay cada vez más personas, especialmente jóvenes de tu edad que se sienten innecesarias incluso indeseadas en su propia sociedad. Y ¿cómo reaccionan? Pues con agresividad y desprecio. Lo más terrible es que además, creo que estamos solo al principio de algo que va a empeorar todavía más. Está creciendo una generación ahora, que van a reaccionar con más violencia aún. Y ellos no tienen el menor recuerdo de que, en realidad hubo un tiempo en el que uno se remendaba los calcetines. Un tiempo en el que no se usaban y tiraban ni los calcetines ni las personas.

Interesante, preocupante... alarmante. Creo que hemos perdido conciencia de lo importante que es criar. Estamos cayendo en un sistema que se dedica a hacer reglas de lo que es "políticamente correcto" y por otro lado, se ha vuelto inmunde a la corrupción, a la pobredumbre de valores. "Si funciona para mí, es suficiente". El adolescente no reflexiona sobre NADA, sobre el valor de las cosas, sobre el esfuerzo que necesita para hacer lo correcto; solo practica en la ruta más corta para llegar a su objetivo en menos tiempo...

martes, marzo 01, 2011

A mí me duele, y ¿a ti?



Siento un gran respeto y admiración por los médicos, creo que es encomiable su dedicación, vocación y capacidad de servicio. Mi padre fue médico, y la verdad es que la primera parte de mi vida estuve muy cercana a este ambiente.


A veces, los médicos, en su afán de no querer asustar al paciente, ni hacerlos fantasear, ni crearles "fantasmas" o falsas expectativas, suelen minimizar ciertas reacciones, dolores, síntomas creyendo con esto ayudar al enfermo. "No te va a doler", "molesta un poco" son solo un ejemplo de las típicas frases (o clichés) a las que los galenos recurren como para que uno logre interiorizar una idea externa que taaaaaaaaaaaaal vez tenga tanta seguridad que pueda convencernos de ser cierta.


Pensaba por ejemplo, en una mujer que va a dar a luz y está con las contracciones, que le pueden doler como el carajo, el ginecólogo está relajadazo y solo le dice: aguanta, aguanta... ¡qué lindo, no! O como una amiga dice: el día que tengan que hacer una huevografía (proceso semejante a la mamografía) entonces veremos cómo cambiará ese tipo de tecnología. Ya quiero ver a mi doctor con los testículos aplastados por esa waflera!


Yo he tenido pocas oportunidades en las que el médico tratante me haya dicho: te va a doler... Y en lo particular, siempre lo he tomado como un acto de honestidad y valentía. Finalmente, puede que a él/ella no le hayan hecho esa prueba y no me parece justo el generalizar la reacción de otros pacientes que hayan pasado por lo mismo y tengan diferentes frecuencias de dolor. Diciéndole con facilidad No duele... , termina marcando una distancia de frialdad y poca solidaridad, especialmente si el enfermo justamente necesita todo lo contrario.

martes, febrero 22, 2011

Elogio a la locura


Queda claro que cuando nos cortamos el pelo, adquirimos algún objeto o prenda de vestir, o lo que fuese la idea que toda mujer tiene detrás de ello es que se le vea mejor. Algo que le asiente, que la destaque, que le realce alguna virtud o que, en todo caso le esconda algún defectillo.

Por nuestra forma de ser -más allá de la histeria en la que sabemos estamos estigmatizadas- busca por alguna razón patológica, de género, antropológica o lo que fuese: buscamos ser queridas, aceptadas, hacer las de "madre de todos los seres", psicólogas de todos los seres, todólogas de todos los seres...Practicidad: cero.

No obstante, hay una estructura mental que las féminas tienen que educar porque en el inconsciente está tan enraizado que tiene que volverse un ejercicio racional, repetitivo y que luego se convierta en un hábito. Cuando alguien las alaba o celebra algo de su apariencia, en un acto automático e inmediato las palabras que salen de la boca de la mujer en cuestión son para minimizar el alago: nada, si estoy igualita...; no me costó nada, lo compré en el mercado XYZ; pero lo tengo hace tiempo, es reviejo; etcétera, etcétera. ¿Conocido, no?
En lo particular, y gracias al gran consejo de mi amiga Meg he comprendido y racionalizado que cuando recibo un alabanza lo correcto, sano y correspondiente debe ser decir: gracias y PUNTO. Mi amiga Ceci A. agregaría con su iluminada sonrisa algo más que me parece genial cuando la ocasión lo amerita: gracias, lindo ¿no? Detalle que sirve, además, para interiorizar con estas palabras la importancia de reafirmar que socialmente hay una anuencia en lo que hemos hecho. Siendo sinceras, es lo que buscamos. La que diga que no, pues no está siendo honesta consigo misma... así de simple.
Por ello, regla de oro: no volver a minimizar, ni menospreciarnos en términos generales. Si tenemos algo bueno y recibimos un aplauso por ello, pues bienvenido y agradecido sea. Si nos sentimos lo máximo y nadie nos dice nada, que baste nuestro propio sentido de "querernos más" y sigamos adelante.

martes, febrero 15, 2011

Un texto para compartir (de Vida en el aula)


De nuevo los invito a disfrutar de un texto que cayó en mis manos. Un texto que compartiré en lo pronto con mis alumnos, porque de alguna manera refleja la relación íntima entre vida y literatura. Relación placentera que trato de inculcar desde mi orilla. Agradezco el aporte de mi ex alumno y hoy gran amigo, Francisco Peirano.


La puntuación, la sintaxis y el amor
Por Leila Macor (de su libro Nosotros, los impostores).

Siempre que pongo un punto y coma sonrío. Me acuerdo de un amigo de mi hermano, a quien yo amaba como loca en mi adolescencia, que dijo una vez que un verdadero escritor se reconoce porque sabe usar el punto y coma. Por supuesto comencé a usar frenéticamente el punto y coma, aunque él nunca se dio cuenta de mi pericia puntuadora. Luego, en el colegio, escribía parodias de los poemas que estudiábamos en la clase de Literatura y las pegaba en la cartelera del salón, sólo para ver reír al chico del fondo que me gustaba y que no me hacía el menor caso, excepto cuando leía aquellas burlas gracias a las cuales yo existía un poquito para él.
Me enamoré después de un hippie. En consecuencia, un ejército de gnomos, hadas y plagiados cronopios tomó por asalto mis cuadernos, que por fortuna hice desaparecer de la faz de la Tierra. Mi primer novio leía a Nietzsche: en aquel tiempo escribí herméticamente versos oscuros sobre simbólicas tarántulas que hoy día no consigo entender (y creo que en aquel momento tampoco).

El siguiente fue un poeta para quien el punto y coma era tan feo e inelegante como una factura de la luz, los dos puntos un recurso vulgar destinado a un recetario de cocina y los paréntesis una trampa que esconde la incapacidad expresiva del escritor. Así que punto y coma, dos puntos y paréntesis quedaron proscritos de mi escritura durante un par de años. Sólo después de mucho esfuerzo los logré reincorporar.

Algunos de los hombres que me gustaron no eran lectores y simplifiqué mis textos; otros eran intelectuales y entonces los academicé, llenándolos de citas de Heidegger y Schopenhauer que tomaba prestadas de mi agenda. Una vez me enamoré de uno que amaba las oraciones cortas y las sentencias desadjetivadas; poco después me enamoré de otro que prefería el barroquismo y las descripciones delirantes: salté de Carver a Carpentier como quien cruza la calle. Después tuve un novio fanático de Rimbaud y de Baudelaire y yo me puse por tanto agresiva y negativa.

Luego vino un chico que odiaba el «sándwich literario», que es cuando se coloca un sustantivo entre dos adjetivos (por ejemplo, la «enigmática casa antigua»). Ergo, me volví implacable con los adjetivos, cacé sándwiches y acabé con todos ellos. El siguiente se la tenía jurada a los adverbios. Decía que son un bastón para apoyar a un verbo que no tiene suficiente fuerza. Saqué adverbios y usé sólo verbos autoválidos. Y otro abogaba por la eliminación de la palabra «como». La luna es un queso, no como un queso. El «como» ensucia la metáfora, decía, porque la transforma en una anodina comparación. Busqué entonces todos los «como» de mis archivos con Find and Replace y los borré de un manotón en el teclado.
Luego mi ex esposo se reveló como un gran admirador de Kundera y elogió las metáforas que «caen como un rayo iluminador sobre una escena». Intenté por ende, y durante años, imitar el rayo iluminador de Kundera. Pero ninguno de ellos se enteró jamás, lógicamente, de todo esto que se cocía entre la palabra y yo.

Desde que puedo recordar, la escritura ha sido mi forma más inadvertida, menos eficaz y peor orientada de coquetear.

martes, febrero 08, 2011

Vamos, ¿(h)As(c)ia dónde?



Hace semanas, y quizás hace un par de años que escribir este post me da vueltas en la cabeza, puesto que siempre existe el riesgo de pasar por envidiosa, criticona, irracional, y algún otro adjetivo que algún lector tenga en su "menú" lingüístico. Sin embargo, me siento con cierta autoridad pedagógica debido a mi larga experiencia en este campo para plantear una reflexión inteligente, constructiva y de hecho polémica.


"Asia" o "Eisha" como quieran llamarlo, para unos el paraíso veraniego, para otros la Arcadia (averigüen si no saben), Cocoon para un porcentaje tal vez pequeño, algún ritual de inicio para varios niños/adolescentes, Sodoma y Gomorra para otros...


¿Qué es Asia? ¿Qué representa en la vida de una generación que es educada en unos límites que se relajan enormemente dos buenos meses del año?


Basta con analizar ciertas aspectos que deben suceder (suceden). Y dejemos los puritarismos de lado, simplemente reflexionemos, solamente focalizando en una enorme población que va entre los 13 y los 17 años y obviamente: generalizo porque pasa con la mayoría: abramos los ojos...


1. Chupan como la mona. Se inician, se embomban, vomitan, siguen chupando, se cagan de la risa, siguen chupando. Exponen en el Facebook sus comentarios, sus juergas, y todas las consecuencias que trae consigo la ingesta del trago.


2. No existe ninguna regulación real, ni respecto a la ley, ni supervisión de la venta de licor a menores de edad.


3. Consiguen hasta por 35 soles DNI falsos que les permite entrar a las discotecas para mayores de edad.


4. Les dicen a los padres que están en la Playa X, cuando están en la Playa Y y el nextel es quien les resuelve todo a los adultos... es una suerte de Babysitter "confiable", porque claro... si el padre/madre joroba mucho, el párvulo puede decirle luego: es que me quedé sin señal, no me olvidé de cargarlo, no entraba la alerta...


5. Ejemplo concreto -lean entre líneas- dos treceañeras, llegan al Boulevard en slaps, pareo, bolsón gigante, dicen en el celular: Sí mami, vamos a estar en la casa de Mariquita en un parrillada con sus papis, ahí nos quedamos a dormir, no te preocupes, cualquier cosa yo te llamo, beeeeeeeeeeeeeeesito.... Acto seguido: se sientan en unas mesitas exteriores que hay en el grifo, sacan bolsita con maquillaje al puro look de Amy Whitehouse, se limpian las plantas de los pies con "babywhipes" y se suben a unas gladiadoras dignas de la Chola Chabuca, y el pareo que las envolvía cambia a la faldita de Tilsa Lozano (que ya uno no sabe si es faldita o cinturón ancho). Estas treceañeras, están listas para la cacería... disculpen la crudeza.


6. Me comentaba una personita muy confiable, que cada vez el promedio de edad va bajando. Antes la movida empezaba a los quince, ahora los límites se han aflojado... a los doce se ven a chicos (varones) dando vueltas a horas inadecuadas en el Boulevard. De más decirles haciendo qué, el trago a pedir de boca.


7. Todos viven ese tipo de adolescencia por ocho semanas. Ojo que los de 50s también están al mismo nivel, hay una suerte de paridad cronológica en donde cambia el local pero el modus vivendi casi es el mismo. Luego creyendo what happened in Eisha, stays in Eisha la vida continua... pero tooooooooooooooooooooooooooooooooodo Lima ya está enterado de lo que pasa.
Saquen sus conclusiones: dos meses de relajo pueden significar huellas marcadas para siempre.... Alguien ha pensado en ¿cuántos casos de abusos sexuales ocurren que -obviamente- no son denunciados....?

martes, febrero 01, 2011

Esa antigua maravilla...



En varias ocasiones me he encontrado con entrevistas, biografías o testimonios de diferentes autores en los cuales se trasmite "el terror a la página en blanco". Yo supongo que especialmente si consideramos que escribir es una suerte de catarsis, de exorcismo... la angustia debe ser enorme... pero también se pueden dar momentos en los cuales no se tenga qué decir, o lo decible se tenga atracado como un mal trago.


Me encontré con este poema de Pedro Salinas, gran poeta español de la Generación del '27 que me hizo pensar un poco en esta sensación de los escritores a la hora de posar sus dedos sobre el teclado -otrora, de una máquina de escribir-. A los lectores más jóvenes, les indicaré que la Underwood era una marca famosa de máquinas antiguas que usaban teclas blancas y cuyo esfuerzo era, obviamente diferente al tecleado de ahora: era mecánica. Hoy, una pieza de museo.




UNDERWOOD GIRLS

Quietas, dormidas están,
las treinta, redondas, blancas.
Entre todas
sostienen el mundo.
Míralas, aquí en su sueño,
como nubes,
redondas, blancas, y dentro
destinos de trueno y rayo,
destinos de lluvia lenta,
de nieve, de viento, signos.
Despiértalas,
con contactos saltarines
de dedos rápidos, leves,
como a músicas antiguas.
Ellas suenan otra música:
fantasías de metal
valses duros, al dictado.
Que se alcen desde siglos
todas iguales, distintas
como las olas del mar
y una gran alma secreta.
Que se crean que es la carta,
la fórmula, como siempre.
Tú alócate
bien los dedos, y las
raptas y las lanzas,
a las treinta, eternas ninfas
contra el gran mundo vacío,
blanco a blanco.
Por fin a la hazaña pura,
sin palabras, sin sentido,
ese, zeta, jota, i...

lunes, enero 24, 2011

Tu rastro de sangre en la nieve...



Si mi memoria no me falla, había un cuento de Gabo que llevaba por nombre un título como este... si algún lector me da una mano sería genial porque me da flojera buscar.

El tema es que ahora, durante mis vacaciones, y como dirían los chicos "me he afanado demasiado" con el género de novela negra/policial sueca.

Hace algunos años atrás, JC me regaló para una navidad "Los hombres que no amaban a las mujeres"; les seré sincera que cuando vi el mastodonte de 650 páginas y con semejante título no tenía ni la menor idea de lo que iba a enfrentar. El fenómeno Milenium había tomado la dimensión actual y el título tampoco era como que muy motivador...

Ahí empezó mi desgracia... Me obsesioné con las tres novelas de Larsson, ahora me estoy devorando toda la serie Wallander de Henning Mankell. Y ya pasé por el primer libro de Asa Larsson que se apellida igual pero no es pariente. Es cierto que me doy un respiro entre libro y libro y alterno con otro tipo de literatura, narrativa diferente o alguna revista. Finalmente, en las vacaciones me puedo dar ese lujo.

Sin embargo, sin ser textos ambiciosos en su creatividad literaria resultan tan entretenidos, y aunque me enredo enormemente con los nombre suecos (qué si son imposibles de recordar) termino enterrada de nieve hasta el cuello, cagándome de frío con los personajes o tratando de ver en la espesa niebla algún atisbo que me ayude a imaginarme el final... lo que resulta imposible.
En lo particular, nunca me jaló el género policial en mis primeras lectura (las en serio, desde luego). Jamás le encontré ninguna gracia a la pobre Agatha Christie a pesar de toda la fama que ganó. No pude, en mi vida, terminar una sola novela de esta autora. No obstante, varias décadas después caen en mis manos estas novelas y me quedo pegada con las tramas, los misterios, los asesinatos y las investigaciones policiales que deben ser recontra finteras pero en verdad, altamente recomendables...digeribles y cautivantes.

jueves, enero 20, 2011

Maestro




A pesar de no verlo hace años, la noticia de la muerte de Luis Jaime Cisneros, mueve en mí sentimientos profundos y entrañables.

LJ fue mi mentor en mi vida universitaria. Compartí mucho con él y gracias a la confianza que él me tuvo estoy metida en el mundo educativo sin que jamás se me hubiera cruzado por la cabeza.

Hoy, como una manera de recordar a mi maestro quisiera destacar lo que de él aprendí. LJ me enseñó a perder el miedo de pararme frente a un salón de clase repleto de gente, estuviera quien estuviera; me enseñó a leer bien y respetar cada pausa colocada en el texto puesto que no estaban colocadas de adorno; me enseñó a meterme a investigar temas que tal vez no tuvieran que ver con la literatura pero que si me apasionaban no tendrían porque ser "prohibidos"... y yo tenía tantos pajaritos y prejuicios en la cabeza....! Tengo en la memoria un vívido recuerdo de haberlo llevado en las angustiadas noches de apagones causadas por el terrorismo, la salida de la Católica era una boca de lobo y yo lo llevaba a su casa en mi antiguo escarabajo blanco: Luis Jaime cantaba con toda la paciencia del mundo "Salve salve cantaba María..." mientras que yo sudaba a chorros tratando de cruzar la Av. La Marina a obscuras y sin semáforos... Tranquila, tú maneja; yo, canto.

Fue mi profesor, mi jefe, mi asesor de tesis, mi jurado de mi examen de grado. Tomé muchos ejemplos de su forma de enseñar y descarté los que no me servían... pero creo que en lo personal esa vocación pedagógica me la dejó bien marcada.

Guardo en mi caja de recuerdos un examen (una análisis de Don Quijote) en el que al final él me escribió: hay muchas cosas en el horizonte y vale la pena ir en su búsqueda. En esas sigo, Luis Jaime, en esas sigo...

lunes, enero 17, 2011

¿defecto o virtud?


Hace unos meses, un alumno mío al tener que escribir una reseña personal para presentarse a la universidad, indicaba que tenía "poca tolerancia al fracaso". De hecho, su entrevistador le tomó ese punto y estuvo, de alguna forma, sugiriendo diferentes situaciones límites para calcular cuál podría ser su reacción.

Al margen de ello, yo me quedé pensando en lo humano que encerraba el hecho de que este chico aceptara que era picón (un poco más, un poco menos) y que no le gustaba que las cosas no le salieran bien. Esto me hizo reflexionar sobre qué ser humano normal y silvestre que anda por la calle, se pone feliz cuando las cosas no le salen como quiere; por el contrario, lo que hace es reventar, entristecerse, frustrarse y luego de un proceso -que depende de su capacidad de procesar la vida- analiza lo ocurrido y toma decisiones.

Creo que nadie puede afirmar que tiene una GRAN tolerancia al fracaso, en realidad... esos, en todo caso, serían los menos. Puesto de lo contrario estaríamos viviendo en una sociedad atrasada y mediocre. En ella, no hubieran surgido los grandes inventos, los descubrimientos médicos y millones de cosas buenas que la ciencia nos ha entregado. No tendríamos grandes artistas, escritores, músicos y directores de cine. No hubiéramos sido testigos de la grandeza de corazón de una Teresa de Calcuta ni de un Mahatma Ghandi, porque estos de hecho, tenían poca tolerancia a fracasar: la tengo clarita.

Aquello que mi alumno clasificó como una suerte de defecto, puede ser una gran virtud: cuestión de saber canalizarlo.

lunes, enero 10, 2011

Creciendo a la fuerza


Hace días que veo por todos lados grandes campañas publicitarias sobre un espacio creado en el Jockey Plaza (Mall) llamado Divercity. Un concepto diseñado para que los pequeños individuos de las familias limeñas interactúen como adultos.


Se insiste en que el niño puede "jugar a ser grande", y ante esto yo me pregunto. ¿juega el niño a ser niño? Porque lo que veo ahora, por todos lados, es que los niños que viven una falsa adultez, le estamos dando demasiadas opciones de elección con el pretexto de que se vuelvan adultos maduros y conscientes -antes de tiempo-.


Por ejemplo, ¿dónde están los juegos: los jaxes, las escondidas, las chapadas, las estatuas?. Ahora, los tiempos libres se ocupan con clases de todo, llenamos sus horas para cansarlos lo más posible o simplemente se les conecta a un Wii para que se divierta. Es cierto, y sé, que también juegan, pero siento que lo cotidiano, lo clásicamente pueril, el valor de la infancia se va perdiendo...
Me desoriento cuando veo que cada vez más los niños se involucran en el mundo adulto. Escucho espantada de historias de niñas de 10 años con Bulimia, de niños que prefieren los juegos violentos virtuales antes que una pelota de fútbol. Y no es que falte supervisión, estoy consciente que la hay pero igual... la cosa a veces se va de las manos. Ellos son directa o indirectamente partícipes de nuestras conversaciones, de nuestras propias ansiedades, de nuestras frustraciones y nos olvidamos que en la carrera de la vida siempre "educar con el ejemplo" será la regla de oro, para bien o para mal.
Para mí, Divercity es como la palta envuelta en periódico: la estamos haciendo madurar a la fuerza. ¿Para qué? ¿para comerla más rápido?
Todas las estadísticas indican que ahora se empieza toooooooooodo antes: la menstruación llega antes, el inicio de la vida sexual, el ingreso al mundo del alcohol, entre algunos aspectos. Creo que debe relacionarse con este afán que tenemos los adultos de tratar a los niños como "individuos maduros". Y al final tendremos adultos que de maduros no tengan nada...

lunes, enero 03, 2011

Salida de caballo...


A veces me asalta un gran esceptismo, empezando por la falta de fuerza de voluntad en mí misma. Sin embargo, me encanta ser testigo de la buenas intenciones que tienen las personas y la fe que depositan en el año que se presenta con 365 días totalmente en blanco, vírgenes, dispuestos a llenarnos de nuevas oportunidades.


¿Cuál les parece conocido?

1. Empezar dieta.


2. Usar menos la tarjeta de crédito.


3. Hacer ejercicio.


4. Dejar de fumar.


5. Si estudias: este es mi año!


6. Ser más responsable.


7. Ahorrar.


8. No estresarse.


9. Leer el periódico todos los días.

10. Chupar menos.


11. No renegar tanto.

12. Ser paciente.

13. Pasar más tiempo con la familia.

14. Aguantar a mis viejos.

15. Priorizar con la inteligencia y no con el hígado.

16. Ser ordenado.

AMÉN!

lunes, diciembre 27, 2010

Seguimos esperando...


Hace unos días atrás hice una mini encuesta que tenía solo una pregunta: ¿qué regalo de Navidad nunca te llegó? La pregunta no traía explicación extra ni nada por el estilo, razón por la cual las respuestas fueron de lo más diversas. En algunos casos, tuve que repreguntar porque me queda claro (cada vez más claro) que la Navidad es, al fin y al cabo, una fecha que mueve conchos.

Algunos inclinaron su respuesta a áreas más emocionales, respuestas que tenían que ver con estar reunidos en familia, en nunca haber deseado nada especial porque la Navidad es espiritual. Otros, curiosamente, habían tenido la suerte de recibir siempre lo que esperaban o pedían a Papa Noel... o pedían poco, o tenían gente muy generosa que los rodeaba.

Ya con respuestas más orientadas hacia lo que era mi intención original les alcanzo la lista de regalos que nunca llegaron a su destino:
1. Un Chicho Bello (muñeco de los 70´s marca Basa). En versión argentina, me cuenta una amiga, se llamaba "Bebote".
2. Una máquina registradora de juguete, que la campanita sonaba cuando se abría. Una coincidencia de dos encuestadas: roja!

3. Un disfraz de Batman.

4. Una apachurrita (de nuevo marca Basa)

5. Una Barbie (recordarán muchos lectores que durante el gobierno militar no había importaciones, las Barbies salieron del mercado. Yo, por ejemplo, jugaba con las heredadas de mis hermanas que eran de los 50´s). Aquí la lista se diversificó: el carro de la Barbie, el maletín de la Barbie, los patines de la Barbie, el mundo de la Barbie en pleno.

6. Una casa de muñecas, de esas antiguas modelo victoriano, o al estilo de "Los que el viento se llevó".

7. La clásica bicicleta.

8. La clásica pista de carrera con carritos a control remoto.

9. Dos exalumnos míos coincidieron en: un Nintendo (cosa que consiguieron ya más grandes).

10. Alguien sigue esperando hasta ahora: una cajita chiquita con la llave de un carro dentro.
Solo me queda desearles que ojalá les llegue algún día... aunque tarde. Aunque imaginándome a mi querido amigo en el traje de Batman, lo veo jodido!