lunes, abril 28, 2008

Pare de sufrir (parte II)

Hace unas semanas publiqué un artículo sobre este tema y los libros de autoayuda. Para seguir con ello, pues considero que lo merece, me quedé pensando que el asunto se vuelve más complejo aún.
Comentaba con una amiga, precisamente por este tema, parte del hecho de estar bombardeados –trato de buscar una más fuerte- de malas noticias. Radio, tv, periódico: cayó avioneta con turistas, muertes durante el paro agrario, construcciones ilegales aumentaron, pareja atropellada por conductor ebrio, etc. etc.etc. Entramos en una dinámica del morbo por lo que es imposible parar de sufrir, y que por lo tanto los libros de autoayuda van a seguir acompañándonos.
Esto me hace ver la problemática por otro lado…
Se han dado cuenta de que ahora cuando alguien hace algo bueno pocos lo felicitan….? Nos estamos acostumbrando a mirar lo malo, a buscar lo malo, a olfatear lo defectuoso. Hay un predominio de crítica, de pesimismo, de convencer al otro y obviamente a nosotros mismos que nada tiene solución, y que únicamente nos tenemos que resignar a vivir en este mundo cruel que nos ha tocado como hospedaje.
Cuando nos pasa algo malo o doloroso la gente que nos rodea, aunque sea por “cumplir con lo esperado” se acerca y nos muestra su solidaridad. Cuando nos pasa algo bueno, son muy pocos los que se alegran contigo, y te felicitan.
Si nos equivocamos, pues errar humanun est, nos caen encima con todo, no hay lugar a excusas, eres una bestia elevada al cuadrado, ¡no!: al cubo. Encima, la humillación va más allá del hecho en cuestión pues forma parte de la memoria popular y hasta llega a convertirse en una leyenda urbana. ¿Te acuerdas cuando el pelotudo de fulano se equivocó en....?
Cuando a uno lo llaman a la oficina del Jefe, díganme si en ese segundo no pasa por su cerebro la tristemente famosa frase: ¿y ahora qué hice? , ¿en qué me equivoqué?... Pues, lo más probable es que, efectivamente, nos vaya a caer una llamada de atención de algún calibre, y crucemos la puerta con el orgullo pisoteado y las toneladas de culpa que nos empujan a arrastrar los pies por días y días.
¿Cuántas veces los padres felicitan?, ¿cuántas veces el maestro reconoce el esfuerzo?, ¿cuántas veces el compañero de trabajo aplaude el logro del otro?, ¿cuántas veces el jefe nos da un espaldarazo de apoyo? Se han dado cuenta de que son poquitísimos los momentos que disfrutamos de ese sabor. Es casi efímero. Inalcanzable.
En la balanza de la vida la gente se ha acostumbrado a consolar al que sufre, porque todos sufren, está de moda, todos tenemos algo de qué quejarnos y buscamos el afecto sincero (o no) de quiénes nos rodean a través de su misericordia. Si erramos, igual ganamos la atención, pues la crítica y/o el castigo a veces sobredimensionado se hace enormemente público, todos miran, todos opinan, todos entierran tu alma sufrida y doliente.
No obstante, cuando lo lograste, cuando destacaste frente al grupo, cuando hiciste muy bien las cosas y ello implica mejorar… son muy pocos los que tienen el valor de premiarlo, y más aún, son los menos los que te miran sin envidia….

1 comentario:

Alberto dijo...

Estas entradas me recuerdan a una frase de un libro de Vargas Llosa: "La felicidad es para los imbeciles".

Frase con la que no concuerdo, pero lamentablemente es como si fuera verdad. El momento de que alguien esta feliz, no falta persona que diga: "y este...por qué esta tan feliz? o como dices, cuando alguien te cuenta su felicidad, hay personas que piensan: "y a mi que me importa, claro que eres feliz si no tienes ni la mitad de los problemas que yo tengo". En fin, no hay nada que hacer, solo intentar no caer en la moda.